Titans of Metal: Un cartel con encanto, aunque no para las masas

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Los adjetivos son cosa seria. Es necesario tener cuidado al usarlos porque en estos tiempos en que nadie lee con calma y todo recae en las primeras oraciones de cualquier texto, si comienzas con frases con adjetivos como “Titans of Metal fue grandioso” o “Titans of Metal metió menos gente que el metro en la estación Pantitlán”, el lector actual no tendrá la paciencia necesaria para saber qué más hay que decir, se queda con la frase inicial y de ahí arma todo un concepto con el cual abordará cual pirata las redes sociales. Creará un discurso desde una pequeña oración y abonará a la desinformación tan patente en la era, irónicamente, de la información.

FOT:: Erick Padrón

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Entonces, ¿qué tal estuvo el festival? En este espacio solo hay una regla, la honestidad. Con el tiempo aprendí que el peor error es hacer notas o reseñas con las promotoras como actores principales, así que no los mencionaré (ni en este ni en otros textos) a menos que sea necesario, o tal vez como contexto. Lo importante es el festival. Sea entonces este un ejercicio nuevo en cuanto al estilo de reportar.

Para efectos de esta y muchas otras reseñas, la cantidad de gente tampoco es tan relevante. Eso debe preocuparle al promotor, no al público, pero si alguien quiere el dato oficial, fueron siete mil personas. ¿Precios al interior del Parque Bicentenario? Bastante accesibles. Una hamburguesa con nachos costaba 150 pesos. Mismo precio (o similar) para el hot dog con papas. La chela, 180 pesos el latón, lo cual está dentro del rango de lo aceptable. El refresco costaba 50. ¿Baños? Amplios, parte de la estructura del parque, con dos personas que limpiaban constantemente, gabinetes con papel, mingitorios con pastilla para el olor, realmente destacable porque en otros eventos, sobre todo en la CDMX, debes estar en zona de privilegio para acceder a baños decentes, aquí no. Lo único que destaca negativamente es el estacionamiento. 400 pesos en un espacio que de origen es público, es una salvajada injustificable. Y lo es también cuando te cobran 350 pesos en el Palacio de los Deportes. Eso es un abuso y un trato desleal hacia el público, aunque es más un tema del inmueble que del promotor.

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¿Por qué dedicarlo tanto espacio de reseña a estos detalles? Porque la comodidad física y emocional son el primer ingrediente para una buena experiencia. Si llegas y el acceso es cómodo, los precios son decentes, te ofrecen algunos espacios de sombra y baños limpios dejas de pensar en todo eso y te ocupas de lo principal: la música.

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El cartel tenía su encanto, aunque no necesariamente era un combo para convocar masas. En #SangreDeMetal llegamos a la hora que empezó Lizzy Borden, que era parte de lo que considerábamos “obligado”. Gregory Harges alias Lizzy Borden es un personaje que por sí solo llena el escenario. Antes de esta presentación había venido a México dos veces, y de esas, solo una pasó por la CDMX, en 2012. Su actuación se retrasó un poco, y eso es algo que sucedería con las demás bandas. Hay una explicación, pero ya llegaremos ahí. Sonaron entre otras “Me against the world”, “American metal”, “Master of disguise” y el cover de “Pet sematary”, original de los Ramones. Lizzy bañó con sangre -falsa, obviamente- a algunas personas de la primera fila y varios de ellos lucieron con orgullo las manchas hemáticas durante el resto de la tarde y noche. Un buen show de una banda que no viene seguido y que a título personal pudo haber tocado más tarde.

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Luego llegó el turno de las japonesas Love Bites. La reacción del público sugiere que mi percepción de que no eran nada espectacular es equivocada. Honestidad, ¿cierto? Power metal bien hecho y poco más que destacar. Quienes no estén de acuerdo con esta idea, que seguramente son muchos, son bienvenidos a expresar su malestar. Esta fue una de las bandas que más tiempo perdió antes de iniciar su presentación, y esto abre la oportunidad de explicar un detalle. Una fuente 100 por ciento confiable nos compartió información relevante sobre los retrasos. Las pruebas de sonido, o soundchecks, estaban programados para la noche del viernes. Al final no se pudieron realizar porque hubo tormenta eléctrica y por reglas de protección civil, que para eso existen, con esas condiciones no es posible. El sábado en la mañana, W.A.S.P. hizo su prueba pero no dio tiempo para nadie más. Por eso vimos que la mayoría de las bandas hicieron lo que se conoce como “line check”, una mini prueba de sonido previo a tocar. El problema con las jóvenes japonesas es que además tuvieron un problema con los monitores. Esos retrasos, algunos muy breves y este un poco largo terminaron por costarle a Coven, pero ya llegaremos ahí.

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El siguiente en el escenario fue Six Feet Under. Esto abre una oportunidad para destacar otro detalle. Titans of Metal, por lo menos en esta edición decidió irse por el lado del sentido común y solo montó un escenario. Este concepto ha sido buena parte del éxito de Candelabrum, por ejemplo, y en ese contexto, copiar lo bueno de alguien más no es insulto sino halago. Los liderados por Chris Barnes tocaron 15 canciones, algunas de ellas covers de Cannibal Corpse, uno más cover de AC/DC y varios éxitos propios. Barnes y Jack Owen, leyendas por derecho propio tienen, por llamarlo de algún modo, la mala costumbre de mantenerse estáticos en el escenario. La parte prendida le toca a Jeff Hughell y Ray Suhy, aunque al final del día, tampoco es que se requiera que todos brinquen por todos lados para demostrar la calidad que tienen como banda. Excelente set que mantuvo a todos atentos durante toda la presentación. Otro de los detalles bien calificados del festival fue el sonido. El llamado PA (power amplification) o pa’ acabar pronto, las bocinas y la mezcla de audio desde la consola, fue realmente bueno todo el día, y eso beneficia a bandas como Six Feet porque Barnes alterna guturales con semi gritos y algunos chillidos tipo cochino, y todo sonó perfecto, en total armonía con los demás instrumentos. Esta banda era una cuenta pendiente en mi lista y desde ahora será parte del clásico “ya los vi”.

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Después vino el segundo momento en el que se aceptan reclamos, porque el show de Fear Factory lo tomé como el momento idóneo para descansar. Respeto la historia de la banda, simplemente no entra dentro de mi gusto musical, así que no hay nada que comentar. Seguramente en otras reseñas habrá mucho al respecto, no pasa nada.

Después, otro momento de honestidad. Sepultura y yo no tenemos la mejor relación. Los conocí en los años de prepa pero nunca hubo quien me grabara un par de temas o me prestara un disco para hacerlo, así que la parte final de los 80 los primeros años de los 90 más bien los escuché muy poco. Después, Roots. No me gustó nada. Después Max hizo Soulfly, menos. Hay algo con el Groove y con la necedad de incluir ritmos tribales en varias bandas latinoamericanas que me aleja de ellas. Vi antes al Sepultura de Kisser y más o menos, a Soulfly y cero gusto, a Cavalera Conspiracy y poco que decir, así que la reunión de Max e Igor con un set basado en sus primeros dos discos no me llamaba la atención. Igual decidí verlos. Qué bueno, porque ese Sepultura no lo recordaba. Thrash/Death brutal, y con una respuesta de la gente que fue no menos que espectacular. Nunca es tarde para descubrir algo que creías conocer. Y sí, tocaron “Refuse/Resist” y de inmediato recordé por qué no me gustaba la banda, pero lo demás, una cátedra de metal extremo sin concesiones. Una vez más, el buen audio ayudó mucho.

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Seguía el plato fuerte de la noche, una banda que solo vi una vez antes, en el extinto Hard Rock Live y que ahora venía con un disco que está en mi colección probablemente desde el año en que salió (1984) o por ahí, aunque también tiene décadas que no lo escuchaba completo. Escucharlo completo, valga la repetición de palabras, esa es la clave de por qué la gente estuvo tan apagada. Porque estuvieron realmente apagados. También es cierto que luego de la intensidad de Cavalera, era difícil llegar con un concepto heavy metal mucho más melódico y agarrar del cuello al público. Blackie Lawless tuvo dos momentos de mini discursos y en uno de ellos dijo que agradecía a la gente que estuvieran ahí, sabía que era difícil la idea de tocar el disco completo y además con las canciones en el orden de aquella placa del 84, pero agregó que quienes estábamos ahí pudimos ver historia, porque nunca más hará esta gira. Tons, él mismo sabe que tocar el disco tal como fue grabado es un problema porque las rolas uno y dos son nada más “I wanna be somebody” y “L.O.V.E. Machine”, temas que normalmente aparecen al cierre del show. Comenzó por todo lo alto pero después, las siguiente cuatro o cinco canciones no son tan conocidas y el ánimo cayó notablemente. Ya después vinero algunos éxitos como “Wild child” y fragmentos en formato popurrí de “Inside the electric circus” y “The headless children”, entre otras. Gran banda, excelente presentación, músicos muy capaces pero tal vez, el concepto “todo un disco completo” quedaría mejor en un lugar chico en el que solo toquen ellos y la gente que vaya sean fans. En Titans había gente incondicional pero también muchos que probablemente no los quieran tanto como para escuchar un disco completo que salió cuando varios ni siquiera habían nacido. Y no es queja, fue un conciertazo, solamente que el bajón anímico del público fue muy evidente.

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Finalmente llegó el momento de Coven. Es más una banda de rock que otra cosa, pero tuvo su influencia en el mundo del metal por sus letras, imagen y el uso de los cuernos. Lo poco que pudieron tocar sonó muy interesante y la presencia de la cantante Jinx Dawson fue realmente destacable. El problema es que los retrasos ya mencionados hicieron que el festival se extendiera un poco más allá de la hora permitida para terminarlo, el llamado toque de queda que en los conciertos no tiene nada que ver con la referencia militar, sino con el horario que cada inmueble determina para concluir actividades. El Parque Bicentenario tenía un toque de queda a las 12 de la noche y justo a esa hora, a media canción de la banda, les apagaron audio y luces. Parece que próximamente regresarán a México para un show individual, y sería una buena idea porque el rock psicodélico que ofrecieron en el Titans merece una oportunidad sin contratiempos.

De acuerdo con los organizadores, habrá festival en 2026. Por lo pronto y para seguir con las tendencias atípicas de esta reseña, podré una calificación numérica. Tomando en cuenta todo lo escrito, creo que un 8 de 10 es un calificación justa.

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