Tamara Lindemann nunca ha hecho un álbum igual con The Weather Station. Se ha dedicado a reinventarse y evolucionar su música conforme ella lo hace también. Nos acaba de deleitar con su más reciente producción, Humanhood, y vaya que nos muestra algo distinto; sin duda es lo más elegante que ha hecho en su carrera.
TXT:: Mariana Velasco
Iniciando su trayectoria en 2011 con All of it was mine, la cantautora canadiense nos introdujo a su mundo con un folk/country sin complicaciones que siguió la misma línea en su segundo material, pero lo que siempre nos llamó la atención de ella fue su voz: profunda y suave. Posteriormente, fue en 2021 que tuvo un cambio de estilo inesperado en Ignorance, pues su música se empezó a inclinar mucho más al jazz. Luego, su siguiente producción resultó un bajón abrumador respecto a lo que venía haciendo once años atrás.
Por lo tanto, nadie se esperaba lo que acaba de hacer con Humanhood, pues es notable que Tamara estuvo trabajando en su manera de hacer arreglos musicales de jazz. Previo al lanzamiento, declaró que el proceso de grabación consistió en reunir a sus seis músicos en un par de sesiones donde improvisaron y le dieron forma a las canciones en conjunto. “Descent” es la intro que da apertura al disco y que va creciendo desde una flauta para desembocar de una manera muy alegre en “Neon signs”, donde Lindemann abre con una voz dinámica acompañada de un piano que suena reinventado; ahora nos ofrece un ambiente mucho más feliz. El clarinete es algo que destaca junto con la batería; juntos crean ritmos incluso bailables.
Es en “Mirror” donde se nota mucho la improvisación que hicieron los músicos y el resultado es una vibra de jazz muy elegante pero desordenada a la vez, donde es el saxofón el instrumento que le da más vida al track. Debe tomar años de arduo trabajo llegar a la maestría a la que llegó la banda esta vez, pues el escucha puede encontrar una belleza repentina dentro de todo el caos que puede ser improvisar. Claro que el disco cuenta con algunas pausas para poder digerir la música, pues tiene un par de interludios, y canciones como “Window” o “Ribbon” nos regalan un jazz mucho menos elaborado, con menos instrumentos, lento y hasta soñador, una vibra que el proyecto siempre ha tenido.
Todo esto nos prepara para “Irreversible damage”, que es como de película. En un monólogo que dura toda la canción, Lindemann sostiene una conversación con un amigo sobre la sensación de romperse en pedazos como persona, comparándolo con la forma masiva en la que se ha devastado el mundo, y la conclusión de ambas perspectivas es que puedes volver a unir los pedazos, pero nada queda igual. Las palabras son acompañadas de una improvisación que es la mejor de todo el LP. Entre toda la instrumentación orgánica, a lo largo del álbum se cuelan algunos toques de sintetizadores que sin duda le dan el elemento moderno a la música, pero también hay algunos instantes de tristeza clásicos de The Weather Station, y existen sobre todo en el piano, el instrumento central de Tamara, quien con “Sewing” nos da un cierre donde su voz es la protagonista por única vez acompañada de unos suaves ritmos de batería y piano.
La canadiense ha asegurado últimamente que “este álbum es muy oscuro y que espera hacer algo más alegre la próxima vez”, pero hemos notado que la alegría o la tristeza de sus composiciones no tienen nada que ver con el ritmo que lleva cada pieza, por lo que es imposible predecir con qué nos sorprenderá en un par de años más. Se puede decir que eso dependerá de cómo evolucione el mundo en ese tiempo, pues ella se suele sentir muy inspirada por lo que pasa a su alrededor. Lo único en lo que podemos confiar es en que Tamara se vuelve una autora mucho más compleja y elegante con cada disco, por lo que ya no habrá un retroceso y seguramente seguirá haciendo melodías que sean un reto para nuestros oídos.
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