Matt Sweeney se toca el pecho e inclina ligeramente la cabeza. Es un cumplido, comenta. Acto de agradecimiento el suyo donde no alcanza a quitarse el bucket hat que porta, dejando la pierna cruzada. Quien esto apunta acaba de decirle que lo que la banda en la que hoy día milita, The Hard Quartet, hace, es rock & roll, así de simple y llano. A su lado en la pantalla, Emmett Kelly asiente, confirmando que esa era precisamente la impresión que buscaba causar con el disco que al lado del mismo Sweeney, Stepehen Malkmus y Jim White presenta, un debut con quince composiciones donde las guitarras y las voces suenan bien pinche duro, tal y como la pareja sostiene con orgullo.
“Emmett y yo hemos coincidido en varias bandas”, suelta Matt desde la casa de su madre, en Jersey Shore, y lo hace paseando la cámara de su dispositivo por el horizonte, dejando ver mar y arena, un cielo azul, al tiempo bebe una copa de vino. Por su lado, Kelly se encuentra en el living room de su hogar, en Los Ángeles, rodeado de estantes repletos de viniles. La dupla toma la voz de una banda que completan los ya mencionados Malkmus y White, es decir, nada menos que cuatro músicos que un buen día decidieron encerrarse en un estudio de grabación para confeccionar un álbum producido por el propio Sweeney que suena atascado y al mismo tiempo delicado.
Estamos ante sujetos con un bagaje envidiable, frente a tipos cuyos nombres brillan por sí mismos. Malkmus, para empezar, es responsable de levantar paredes de distorsión en Pavement así como con The Jicks. Emmett lidera The Cairo Gang, toca con The Double y se codea con Ty Segall y Angel Olsen. White ha compartido talento con Cat Power y Bill Callahan. Por su parte, Sweeney es ampliamente reconocido por su labor con Chavez, aunque puede escuchársele en cancioneros de artistas como Guided by Voices y Johnny Cash. ¡Uta, esto suena cabrón!, se dijo Matt al escuchar lo que podían hacer juntos; y Emmett lo apoya: “sí, pensé lo mismo: ¡está poca madre, es lo mejor que nos haya pasado! Un escenario soñado”.
“Cruzando la calle donde se encuentra el estudio en el cual estábamos grabando nuestro disco, tenía lugar un festival de pasteles, y estaba anunciada una banda… no recuerdo el nombre del tipo que tocaba… pero por allí estaba apuntado, cualquiera que fuera el nombre del sujeto que lideraba ese grupo, y luego decía: Blues & Rock Quartet. Vino de por allí la idea de llamarnos así, The Hard Quartet”, explica Matt acomodándose sus gafas, con la mira perdida en la costa. “Siempre rondamos esa idea, la de ponernos un nombre donde estuviera incluida la palabra cuarteto. No sé por qué, como que no hay muchas bandas de rock con esa palabra. Cuando la escuchas, en realidad piensas inmediatamente en músicos tocando jazz”.
Que personajes como estos hayan decidido juntarse para hacer canciones no es un asunto que ocurra a diario, menos considerando que todos buscaban tomar el micrófono así como intercambiar instrumentos sin que ninguno se asomara como líder. La banda se refiere a este equilibrio ganado como la posibilidad de llevar a cabo una conversación, una analogía bastante adecuada. “Cada uno de nosotros cuenta con un millón de referencias”, prosigue Emmett, “pero hicimos como cuando uno se junta con los amigos y se empieza a hablar de música y básicamente se hallan puntos para compartir. En nuestro caso, cuando creamos no estamos conscientemente buscando esos puntos referenciales, como que es muy claro en qué anda cada uno al tocar; jamás nos ocurrió que alguien tuviera definido qué era lo que estaba trayendo a la mesa. De hecho, antes de entrar a grabar, lo único que sabíamos era que las voces tenían que estar bien pinche alto”.
Sin embargo sí que la banda tenía en foco el perfil sonoro que buscaba asentar en su disco. Kelly lo define con simpleza: “Alta fidelidad, algo que sonara a nosotros. Sabíamos que podíamos coincidir en ciertas cosas y en otras no, es decir, sonar bien atascados pero al mismo tiempo delicados. O sea, queríamos que las guitarras estuvieran bien fuerte; no queríamos sonar como si viniéramos de otra época ni nada de eso, sino tal como lo hacemos en este momento”. Sin dar nombre, haciendo contrapunto, el mismo Emmett recuerda cuando trabajó con quien fuera el asistente de Brian Eno en la era dorada de U2, y habla de intransigencia por parte del susodicho, de no saber escuchar, y pone esto al lado de la dinámica totalmente distinta que existe en The Hard Quartet para que Matt intervenga: “Solo se trata de sostener una conversación, entre nosotros nadie busca limitar al otro. Quien en realidad domina la conversación es la música, nadie podría hacerlo excepto ella”.
Es un especie en extinción a la cual pertenecen los dos acá entrevistados. Sujetos que rasguean guitarras con muros de bocinas detrás. Rocanroleros, les llaman. “El rock & roll dominaba la cultura y la economía a principios de los años noventa y hasta mediados de esa década. ¿Ya? Y claro que no es así ahora. En términos de popularidad no es como antes” avisa Matt, aunque Kelly busca aristas: “Bueno, depende. Eso es respecto a cierto aspecto cultural. Personalmente siempre usé la palabra rock & roll para referirme a aquello que hacía como yo quería, como a mí me gustaba. El sitio justo donde estaba el punto, la cuestión, ¿me explico? Es decir, algunos usan la palabra punk para ello. Y quizá el rock & roll no esté tan vivo en ciertos sitios, pero sí entre la gente con la cual yo me relaciono. Claro, a mí me gustan las guitarras, pero no importa si alguien toca el sintetizador y se asume como new waver o lo que sea, al final es un pinche rocanrolero en realidad”.
Conforme avanza la entrevista, la charla va adquiriendo más calor, basta con recurrir a las palabras mágicas. Rock & roll. Matt carraspea, le urge intervenir en el tema, seguir con eso de sentir más sin que importe tanto saber menos. “De acuerdo, Emmett”, avisa Sweeny; “cada quien tiene su propio significado para el rock & roll. Yo no sé… rock y roll son dos palabras que suenan bien juntas. Y sigo creyendo que esas dos palabras son lo mejor que ha pasado en los últimos cien años. Es mi onda favorita, ¿sí? Pero, vaya, si la cuestión es: ¿ha cambiado el significado del rock & roll? Mira, soy muy fan de este podcast, A history of rock music in 500 songs, ofrece luces para entender qué significa el rock & roll o qué no”. En este punto, Kelly se coloca a la orilla de su asiento y recuerda algo que cierta vez le platicó Jonathan Richman. Matt aprovecha y bebe de su copa, acomodándose su sombrero de pescador.
“Cuando los Modern Lovers ganaban notoriedad al mismo tiempo que los Stooges, ambas bandas estaban en Los Ángeles”, explica Emmett. “Allí, Jonathan notó la influencia que los Stooges estaban teniendo en la gente, había muchos con chamarra de cuero en Sunset Strip, ya sabes, muy punks. Jonathan evidentemente no era así, aunque vaya que era un cabrón, y entonces descubrió unas imágenes de Lead Belly tocando su guitarra con cuerdas de nylon y supo que éste cantaba canciones de cuna. Es decir, ¡Lead Belly fue un asesino! Y pensó entonces: bueno, Lead Belly es un pinche punk de verdad, un tipo duro. Ahora yo me pregunto: ¿para ser punk basta con andar por ahí con tu chamarra de cuero?, ¿o qué, hay de cantar canciones de cuna? Finalmente de eso se trata The Hard Quartet”. Seguro de sí, Sweeney toma la voz para aniquilar la charla, dándole una idea a su camarada para que éste ría golpeando sus muslos: “Ok, ok. Toquemos entonces canciones de cuna portando chamarras de cuero”. Y luego viene la despedida, y el momento en que el del bigote se toca el pecho diciendo “es un cumplido”; aunque únicamente es la verdad, basta es escucharles: lo que esos cuatro hacen es puro rock & roll.
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