Terrorizer arrasa la Ciudad de México: una noche de grindcore inolvidable

Fotografías: Yussel Barrera

El pasado 29 de marzo, el Fuck Off Room, escondido como un secreto subversivo en las entrañas de la Colonia Hipódromo Condesa, se transformó en un altar de caos acústico. La mítica Terrorizer, titanes del grindcore, desató una tormenta de riffs y blast beats ante unas 250 almas que llegaron no solo a escuchar, sino a sentir en las vísceras la furia de un ritual sonoro irrepetible. La noche no solo prometía intensidad; fue un cataclismo que dejó el suelo temblando y los oídos zumbando.

Deathmask: el preludio de la tormenta

A las 8:30 p.m., las primeras notas de «Por tu maldito amor» resonaron en el recinto. Esta inesperada introducción, un clásico del regional mexicano, sirvió como antesala para la embestida de Deathmask. Este cuarteto, recién llegado de una gira por Europa, desató un grindeath crudo y desafiante que puso a prueba la resistencia del público.

«Estuvimos por Europa un mes, estamos bien calientes ahorita. Muchas gracias por estar acá con nosotros, representando México como siempre», expresó el vocalista, evidenciando la pasión que los caracteriza. A lo largo de su presentación, incorporaron elementos de su herencia mexicana, como el característico «ronco», un grito típico del regional, fusionando sus raíces con la brutalidad del metal extremo. Cerraron su set con una potente versión de «Brujerismo» de Brujería, dejando al público listo para más.

Dios Perro: el caos se desata

Con un grito de guerra, «Dios Perro, destruyendo el orden», la banda homónima irrumpió en el escenario. Reconocidos como una de las agrupaciones más representativas del grind mexicano, ofrecieron un asalto sonoro que golpeaba directo al pecho. La intensidad de su actuación provocó el primer moshpit de la noche. En un mundo donde las pantallas suelen interponerse entre el espectador y la experiencia, fue refrescante notar que nadie grababa con su celular; todos estaban inmersos en la vorágine musical que Dios Perro desataba.

Terrorizer: la leyenda en acción

Poco antes de las 10 p.m., el escenario estaba listo. El micrófono de Richie Brown, con su estructura metálica en forma esqueleto anunciaba la inminente masacre sonora que se avecinaba. Mientras sonaba Don Quijote Mariguana, de Brujería, la banda realizaba la prueba de sonido, imitando el riff y calentando motores para lo que sería una actuación demoledora.

A las 10:20 p.m., sin previo aviso, Terrorizer irrumpió con Hordes of Zombies, una declaración de guerra en forma de blast beats y riffs afilados. La reacción fue inmediata: el moshpit estalló en una espiral de cuerpos y energía desenfrenada. Desde el primer golpe de batería de Pete Sandoval, la maquinaria de la banda funcionó con la precisión de una apisonadora. La batería de Sandoval, una de las más influyentes en la historia del metal extremo, retumbó como un cañón, con su característico gravity blast marcando el ritmo de la destrucción.

Sin dar tregua, la banda se sumergió en la interpretación completa de su icónico álbum «World Downfall» de 1989, considerado una piedra angular del género. Temas como After World Obliteration, Fear of Napalm y Dead Shall Rise resonaron con una furia que transportó a los asistentes a los albores del grindcore.

La interpretación de Storm of Stress fue un punto álgido: un torbellino de velocidad y agresión que se sentía como un ataque frontal a los sentidos. El bajo de David Vincent, quien regresó a Terrorizer en esta etapa tras su icónico paso por Morbid Angel, aportó un peso colosal, llenando el espacio con líneas graves que parecían salidas del mismísimo infierno.

Uno de los momentos más memorables fue Corporation Pull-In, una canción que sigue sonando tan relevante como en 1989. La letra, una denuncia contra el control corporativo y la opresión, resonó en un público que, en medio del frenesí del pit, no olvidaba el mensaje subversivo que siempre ha acompañado al grindcore.

Entre tema y tema, el vocalista compartió con el público su asombro al ver niños en sus conciertos, recordando que, días atrás en Monterrey, había invitado a uno al escenario. Este gesto humanizó aún más a una banda conocida por su ferocidad musical.

El final de World Downfall marcó un instante de locura colectiva. La interpretación del track homónimo fue recibida con una última explosión de violencia en el moshpit, donde los cuerpos se arremolinaban en un ritual de destrucción y catarsis.

Tras una breve pausa, Terrorizer regresó con temas de otros álbumes, incluyendo Evolving Era y State of Mind de su producción «Hordes of Zombies» (2012). Sandoval, implacable, seguía tocando como si el tiempo no hubiera pasado. La precisión quirúrgica de su batería era sobrehumana, cada redoble y cada blast beat golpeaban con una fuerza que desafiaba la lógica.

El cierre de la noche llegó con Nightmares, una última descarga de caos que dejó a la audiencia exhausta pero con una sonrisa de satisfacción. El Fuck Off Room quedó impregnado con el hedor del sudor y la adrenalina, testigo de una noche donde el grindcore volvió a demostrar por qué sigue siendo una de las expresiones más puras del metal extremo.

Setlist completo:

  1. Hordes of Zombies
  2. After World Obliteration
  3. Storm of Stress
  4. Fear of Napalm
  5. Human Prey
  6. Corporation Pull-In
  7. Strategic Warheads
  8. Condemned System
  9. Resurrection
  10. Enslaved by Propaganda
  11. Need to Live
  12. Ripped to Shreds
  13. Injustice
  14. Whirlwind Struggle
  15. Infestation
  16. Dead Shall Rise
  17. World Downfall
  18. Evolving Era
  19. State of Mind
  20. Crematorium
  21. Nightmares

La noche del 29 de marzo en el Fuck Off Room quedará grabada en la memoria de quienes asistieron. Terrorizer no solo reafirmó su estatus como leyenda del grindcore, sino que también demostró que, décadas después, su música sigue siendo tan relevante y devastadora como siempre. La combinación de la brutalidad inquebrantable de Sandoval, el poder del bajo de Vincent, la bestialidad de Brian Werner, el filo de Richie Brown en la guitarra, más la energía imparable del público mexicano convirtió este concierto en una experiencia que solo puede describirse con una palabra: arrasador.