Noche de debut. Atípica, por cierto. Acudimos a la convocatoria de la presentación de Metaensamble (fusión del prefijo griego meta=ir más allá, con el francés ensemble=uno(s) con otro(s), conjuntamente), sin saber nada del lugar. Al final, éste es minúsculo; incluso, de no ser porque se ven los instrumentos ya listos, en posición, se pensaría que uno ha errado de sitio. Y aunque no está atiborrado, falta poco para llegar a las 30 personas permitidas en Arkadivm.
La peculiaridad de este debut radica en que los hermanos Mauricio & Francisco Sotelo han puesto a descansar momentáneamente a Cabezas de Cera (CDC), tanto en dotación instrumental como en composiciones, para edificar un nuevo sonido a partir de los instrumentos metálicos construidos por el mayor de los Sotelo y debutantes en el álbum Metalmúsica (2003).
La idea de este ensamble, dice Mauricio, “surgió hace más o menos un año, cuando estaba a punto de sacar mi disco Flor de sal donde viene un tema llamado ‘Metalfonía’, una rola donde utilicé todos los instrumentos de Francisco en una sola pieza. Eso me dio la idea de cómo podía ser un ensamble con esos instrumentos porque él y yo coincidíamos en la necesidad de compartir instrumentos con otros músicos. A mediados del año pasado me di a la tarea de hacer una investigación personal acerca de la historia de los ensambles de cuerdas en México y pensado en el temple de la cuerda. Después de varias pruebas, llegué a la afinación que tienen estos instrumentos ahora y en este proceso se develaron ciertas pautas que le dan cierta lógica y contundencia al ensamble, a su sonoridad”.
Ese sonido nuevo, aunque tal vez uno logra detectar resabios de CDC ⎯más en espíritu e intención⎯, se finca en un festín de cuerdas: Jarana prisma, tricordio, charrófono. Jaranita prisma. Incluso el set de Francisco es más metálico: kalimba, tambor kitai. Visto, descrito así, este Metaensamble, no tiene nada de rock, aunque, en cuanto empieza a sonar “La tribu de bronce”, sí hay algo de eso en la base, pero el tono de inmediato se inclina a las exóticas sonoridades de Oriente. En realidad, los cinco tejen una música que bebe del folclor universal, la fusión y la world music. Es un festín orgánico, cuya complejidad se esconde detrás de una escucha amable provocada por esta “maraña” de cuerdas y el empuje de la percusión. Por momentos, el quinteto borda atmósferas misteriosas (“Ojos de jade”) con el charrófono en comunión con las percusiones para crear una base que los otros tres tejen con una dosis mística y espiritual embriagadora.
Una vez realizada la investigación, Mauricio se preguntó qué músicos invitar, quiénes podrían conformar ese ensamble. “Me interesaba ⎯cuenta⎯ que fueran músicos de diferentes corrientes musicales, músicos con quienes no había tocado ya y a quienes les interesara el proyecto de Cabezas de Cera, que lo vieran como algo especial”. Finalmente, la alineación se estableció con Leticia García (tricordio), Jorge Jácome (charrófono), Braulio Navarro (jaranita prisma), Francisco Sotelo (bicéfono, tambor kitai, kalimba, percusiones) y Mauricio Sotelo (jarana prisma y dirección).
En esta noche de sorpresas, otra es escuchar a Mauricio cantar (“Tuy Yoro”), a sabiendas de que su voz no es meliflua, pero funciona como una fuente sonora más en medio de este caudal en donde a manera de reminiscencia lejana se escuchan (al menos yo lo creo, ecos de Avant folk, ese disco tejido por Mauricio Sotelo al lado de los Macari). Hay, incluso, la abstracción plasmada en una “improvisación dirigida” o con ciertas pautas a partir de unidades semióticas de tiempo (“Trayecto inexorable”). Y “Al alba” es un tema luminoso, caleidoscópico, como si el mundo estuviera contenido en un crisol de vidrio y desde allí irradiara su luz.
En noviembre del 2024, Metaensamble comenzó a trabajar. Señala Mauricio: “Empezamos a hacer duetos, tríos, hasta que nos juntamos los cinco e hicimos sesiones de improvisación. A partir de esas sesiones escogí algunos fragmentos, más unas ciertas pautas de interacción que utilizamos para poder crear parte de la música que ahora ya se volvieron composiciones; también sumé algunas partes que ya había trabajado a priori. Lo que acabamos de tocar lo hicimos en tres meses y me da mucha emoción porque si ahora estamos sonando así, cómo lo haremos en un año, en dos y tenemos planes para una siguiente etapa de este proyecto”.
Estar allí, ver la música desarrollarse, es saber que esta primera fecha, pequeña, íntima, fue diseñada como ensayo-error; pero también que lo escuchado nació firme y está en proceso de robustecimiento. Metaensamble comienza una pequeña gira y al final de este viaje, seguro, encallará en el estudio de grabación. Hasta entonces podrán comprobar que esto que ahora les cuento, no fue un sueño ni una historia de mi invención, sino una realidad intangible.
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