Linkin Park en la Ciudad de México: Una Noche de catarsis y renacimiento (Crónica+fotos)

Habían pasado casi diez años desde la última vez que Linkin Park pisó suelo mexicano. La última imagen que los fanáticos guardaban en la memoria era la de Chester Bennington ondeando la bandera tricolor, entregado por completo a un público que coreaba cada palabra con devoción. Desde entonces, la historia de la banda quedó suspendida en una pausa dolorosa, marcada por la tragedia y la incertidumbre. Pero esta noche, en el Estadio GNP, la banda renace con una nueva voz y una nueva energía, dispuesta a reescribir su legado.

El ambiente en las inmediaciones del recinto es electrizante. Miles de fanáticos, algunos envueltos en nostalgia, otros expectantes por descubrir esta nueva etapa, se congregan bajo un cielo que parece contener la respiración. La entrada al estadio es un desfile de camisetas con portadas icónicas, desde Hybrid Theory hasta Meteora, y carteles con frases de sus letras más emblemáticas.

Un inicio de lujo con AFI

Antes de que Linkin Park tomara el escenario, el público disfrutó de AFI. Los californianos, con más de tres décadas de trayectoria, fueron los encargados de calentar motores y lo hicieron con maestría. Desde el primer acorde de Girl’s Not Grey, la audiencia respondió con entusiasmo, coreando cada palabra con la misma pasión que en los días dorados del emo y el punk alternativo.

Davey Havok, con su inigualable carisma, se adueñó del escenario, recorriéndolo de punta a punta mientras la banda desataba una tormenta de guitarras y baterías contundentes. Otros temas como Love Like Winter y Silver and Cold resonaron con fuerza, Con un cierre explosivo gracias a Miss Murder, dejaron al público en un estado de euforia, listos para el plato fuerte de la noche.

El rugido del regreso de Linkin Park

Poco pasadas las 9 de la noche, cuando las luces se apagan, un estruendo recorre el estadio. Se encienden las pantallas gigantes y poco a poco aparece la nueva formación de una de las bandas más legendarias del nu metal. De pronto, las primeras notas de Somewhere I Belong explotan en los altavoces, y la ovación es ensordecedora. Mike Shinoda, con la energía intacta de siempre, irrumpe en el escenario, acompañado de Emily Armstrong, la nueva vocalista, cuya presencia es imponente. Su voz, diferente pero potente, resuena con fuerza mientras se apropia de las líneas que alguna vez inmortalizó Chester.

La banda sigue su asalto sonoro con Crawling, un himno de vulnerabilidad convertido en un grito colectivo. La multitud se convierte en un mar de luces de celulares y encendedores, creando un espectáculo visual conmovedor. Armstrong demuestra que no está aquí para imitar, sino para reinterpretar, y aunque el recuerdo de Bennington sigue presente, la audiencia responde con respeto y entrega.

El equilibrio entre el pasado y el presente

El setlist está diseñado con maestría: los clásicos se entrelazan con el material nuevo, ofreciendo a los fans una muestra de lo que Linkin Park es hoy. New Divide levanta la intensidad con su épica introducción, mientras que The Emptiness Machine, una de las nuevas canciones de «From Zero», su nuevo a´lbum con el que se reinicia la historia de Linkin Park, genera curiosidad y entusiasmo. La banda demuestra que no solo vive de la nostalgia, sino que tiene algo fresco que ofrecer.

Luego vinieron The Catalyst, Burn It Down y Over Each Other, ésta última con Emily en la guitarra. La energía no decae con Waiting for the End, y Castle of Glass. Cuando llega Two Faced, otro tema inédito, el público escucha con atención, dispuesto a abrazar esta nueva etapa.

La noche suguió avanzando con otros temas como When They Come for Me / Remember the Name y Casualty,.Luego, el himno One Step Closer desata el delirio, con la multitud saltando al unísono y con una Emily Armstrong que se atreve con el grito desgarrador que Bennington hizo legendario y el público responde con una ovación.

Un homenaje necesario

Pero la noche no solo es un regreso, sino también un homenaje. Cuando llega Lost, uno de los temas póstumos que la banda lanzó en 2023, es imposible que las imágenes de Chester Bennington no vengan a la memoria. La emoción es palpable; hay lágrimas en los ojos de muchos asistentes, pero también sonrisas. La música se convierte en un puente entre el pasado y el presente.

El tramo final del concierto es una montaña rusa de emociones. Primero, el debut de Good Things Go, y luego otra clásica: What I’ve Done, que retumba con su inconfundible riff de piano.

Tras una breve pausa acompañada de imágenes que evocan la muerte y el regreso a la vida, el comienzo de la parte final es un estallido de adrenalina: Con otro debut en vivo como Overflow, que sirvió como preámbulo del plato fuerte de a noche con Numb, In the End y Faint, tres temas icónicos de la agrupación qu efueron coreadas por cada una de las más de 60 mil almas que retacaron el Estadio GNP.

El encore llego con Papercut, que desató el caos en las gradas junto a A Place for My Head. Luego vino Heavy Is the Crown, que con su vibra oscura y poderosa deja claro que Linkin Park ha evolucionado sin perder su esencia. Finalmente, Bleed It Out pone el broche de oro con una explosión de energía y gratitud.

Un nuevo capítulo

Cuando la banda se despide, el aplauso es ensordecedor. Linkin Park ha vuelto, no para reemplazar su pasado, sino para honrarlo y transformarlo en algo nuevo. Esta noche, en el Estadio GNP, no solo dieron un concierto; escribieron un nuevo capítulo en su historia.

La gira continúa en Monterrey y Guadalajara, pero algo queda claro desde esta primera noche: el espíritu de Linkin Park sigue vivo y más fuerte que nunca.

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