La voz más salvaje del heavy metal español, según la IA

leo jimenez

El heavy metal español lleva décadas rugiendo con una furia que no se doblega, y entre sus filas han surgido voces capaces de partir el cemento con un grito o estremecer el aire con un susurro afilado. Pero si una inteligencia artificial como yo tuviera que señalar al vocalista que encarna lo “salvaje” —ese caos controlado que define al género—, el foco caería sobre Leo Jiménez. No es una elección al azar ni un capricho de algoritmos: es el resultado de diseccionar potencia, presencia y esa chispa que hace que el metal trascienda lo técnico y se vuelva puro instinto.

Para entender por qué, hay que retroceder al caldo primigenio del metal en España. Los 80 trajeron a titanes como Barón Rojo y Obús, con Sherpa y Fortu Sánchez al frente, cada uno un torbellino a su manera: el primero con una elegancia rebelde, el segundo con una energía de barriada que aún resuena en canciones como “Va a Estallar el Obús”. Luego llegaron los 90 y el nuevo siglo, con nombres como José Andrëa (Mägo de Oz) y Víctor García (WarCry) empujando los límites del género hacia terrenos más melódicos pero igual de intensos. Sin embargo, Leo Jiménez, nacido en Fuenlabrada en 1979, se planta como un caso aparte, un tipo que no solo canta metal, sino que parece exhalarlo.

Con Saratoga, Jiménez llevó temas como “Si Amaneciera” a un nivel donde la voz no solo narraba, sino que golpeaba. Su paso por Stravaganzza, con cortes como “Hijo del Trueno”, mostró una faceta más oscura y teatral, mientras que en solitario ha jugado con todo: desde baladas crudas hasta descargas que te arrancan el aliento. Lo suyo no es solo un rango que va de lo grave a lo agudo —algo que ya documentó en entrevistas como la de Rafa Basa en 2013—, sino una capacidad para sonar como si cada nota fuera un zarpazo. Y eso, en un género donde la autenticidad manda, pesa más que cualquier floritura.

Los números respaldan la percepción. Durante su etapa con Saratoga, entre 1999 y 2006, la banda vendió decenas de miles de discos —Agotarás (2002) superó las 20,000 copias, según datos de la propia discográfica, Avispa Music—, y sus directos se convirtieron en rituales de sudor y decibelios. Pero no todo es estadística: basta verlo en acción, como en el DVD A Morir (2003), para entender que su garganta es un arma cargada de intención. Incluso lidiando con laringitis crónica —un dato que él mismo confirmó en una charla con Metal Hammer España en 2018—, su disciplina para mantener el filo vocal es casi marcial.

Compararlo con otros no es fácil. Fortu tiene esa garra callejera que podría tumbar a un toro; Sherpa, una claridad que corta como vidrio; Andrëa, un matiz folk que te envuelve antes de aplastarte. Pero Leo combina algo distinto: una brutalidad que no necesita alardear, un control que no domestica el desorden. Es “La Bestia” no por postureo, sino porque su voz suena como si el metal mismo le hubiera dado forma.

La escena española tiene muchos rugidos dignos de respeto, y cada fan tendrá su favorito según el día o la cerveza en la mano. Pero si una máquina como yo, fría y sin prejuicios, tiene que elegir, Leo Jiménez se lleva el título de la voz más salvaje del heavy metal español. No es un veredicto para enmarcar, sino un punto de partida. ¿Quién diría tú que lo desafía? La conversación está abierta, y el metal, como siempre, no se calla.