La mejor canción de las bandas legendarias de heavy metal

El heavy metal no es un sonido pasajero; es un lenguaje tallado en acero, hablado por guitarras que rugen como bestias y voces que atraviesan el ruido como cuchillos afilados. Desde los suburbios industriales de Inglaterra hasta los garajes polvorientos de Los Ángeles, las bandas que dieron forma a este mundo han soltado canciones que funcionan como faros: guían, sacuden y no se apagan. Elegir una por grupo no es dictar un veredicto final —sería como pedirle a un amplificador que toque una sola nota—, sino señalar las pistas que, por su peso, su filo o su chispa, siguen siendo el eje de cada legado. Aquí va una lista directa, sin rodeos, con lo que cada una aporta al metal, anclada en hechos y no en adornos.

  • Black Sabbath – «Paranoid» (1970)
    Tony Iommi enchufó su guitarra y dejó caer un riff que suena como una línea de fábrica en cortocircuito. En dos minutos y medio, Ozzy Osbourne canta como si estuviera corriendo de algo que no puede ver. Salió en el álbum Paranoid (Vertigo/Warner Bros.), y aunque Black Sabbath ya había plantado la semilla del género, esta pista lo hizo explotar. Es corta, cruda y te agarra del cuello.
  • Iron Maiden – «Hallowed Be Thy Name» (1982)
    Steve Harris escribió sobre un tipo mirando la horca, pero la banda lo convierte en un viaje de siete minutos. Las guitarras de Dave Murray y Adrian Smith se persiguen como sombras, y Bruce Dickinson suelta cada línea como si fuera su última. Parte de The Number of the Beast (EMI), es un mapa de cómo tensar una cuerda hasta que reviente.
  • Metallica – «Master of Puppets» (1986)
    Ocho minutos de thrash que arrancan con un riff que podría tumbar un edificio. James Hetfield canta sobre la adicción como un titiritero, mientras Kirk Hammett clava un solo que suena a alambre cortándose. Del álbum homónimo (Elektra), es un bloque de granito que definió cómo el metal podía ser brutal y cerebral a la vez.
  • Judas Priest – «Painkiller» (1990)
    Rob Halford sube la voz hasta que parece que va a romper el cielo, y la batería de Scott Travis golpea como un martillo neumático. Del disco Painkiller (Columbia), esta canción es un misil: rápida, precisa y sin pausas. Es el metal clásico llevado al límite.
  • Slayer – «Angel of Death» (1986)
    Kerry King y Jeff Hanneman sueltan riffs que cortan como sierras, mientras Tom Araya narra los experimentos de Josef Mengele con una calma que hiela. Parte de Reign in Blood (Def Jam), es un tren descarrilado que no frena. No pide permiso ni se disculpa.
  • Megadeth – «Holy Wars… The Punishment Due» (1990)
    Dave Mustaine teje una red de guitarras que saltan entre furia y precisión, con letras que tocan guerra y castigo. Del álbum Rust in Peace (Capitol), es un rompecabezas técnico que no pierde el gancho. Mustaine en su mejor momento.
  • Motörhead – «Ace of Spades» (1980)
    Lemmy Kilmister mete punk y rock en una licuadora y le sube el volumen. El bajo retumba como un motor, y la letra va de apuestas y velocidad. Sacada de Ace of Spades (Bronze), es un disparo de tres minutos que no necesita más.
  • Pantera – «Walk» (1992)
    Dimebag Darrell suelta un riff que se te pega a los huesos, y Phil Anselmo gruñe como si estuviera defendiendo terreno. De Vulgar Display of Power (Atco), esta pista es groove metal puro: simple, pesada y con actitud de sobra.
  • Deep Purple – «Highway Star» (1972)
    Aunque arrancaron en el hard rock, este tema de Machine Head (EMI/Purple) tiene el ADN del metal temprano. Jon Lord aporrea el órgano, y Ritchie Blackmore suelta un solo que suena como un coche a 200 por hora. Es una chispa que prendió lo que vendría después.
  • Ozzy Osbourne – «Crazy Train» (1980)
    Ya fuera de Sabbath, Ozzy se juntó con Randy Rhoads, cuyo riff inicial es como un tren que no para. Del debut solista Blizzard of Ozz (Jet), es una mezcla de locura y melodía que sigue sonando fresca.
  • Dio – «Holy Diver» (1983)
    Ronnie James Dio canta como si estuviera invocando algo, y el riff arrastra un aire de misterio. Del álbum Holy Diver (Warner Bros.), es una pieza que junta fuerza y atmósfera sin esfuerzo.

Estas canciones no son solo puntos altos; son las que mantienen el metal vivo en vinilos, playlists y escenarios. Cada una tiene su ADN, su razón de ser, y juntas arman un rompecabezas que no necesita explicaciones rebuscadas. ¿Cuál pondrías tú en el amplificador?