El rock no sería lo que es sin tipos que tomaron una guitarra y decidieron que las reglas eran opcionales. Entre esa estirpe de rebeldes con cuerdas, Jimi Hendrix y Eddie Van Halen se plantan como titanes, no porque alguien les haya dado un trono, sino porque redefinieron lo que un instrumento de seis cuerdas podía hacer. Esto no es una lista nostálgica ni un ranking de salón; es un vistazo a dos nombres que torcieron el rumbo del género con manos, cabezas y amplificadores al límite. Vamos a desmenuzar por qué estos dos se llevan el podio, sin adornos ni frases de postal.
Primero, el contexto. El rock, desde sus raíces en el blues y el rhythm and blues de los 50, siempre tuvo a la guitarra como su arma principal. Pero hacia los 60, cuando el mundo aún se sacudía con el eco de Chuck Berry, llegó Hendrix para prenderle fuego a todo. Luego, en los 70 y 80, cuando el género se ramificaba entre el punk, el prog y el hard rock, Van Halen apareció con un machete sónico para abrirse paso. Ambos, en momentos distintos, no solo tocaron: cambiaron las reglas del juego.
Jimi Hendrix: El hombre que habló con el ruido
Nacido en Seattle en 1942, Hendrix no era un novato cuando desembarcó en Londres en 1966 con su trío, The Jimi Hendrix Experience. Venía de curtirse en el circuito de R&B americano, respaldando a figuras como Little Richard. Pero fue con «Hey Joe», su primer single, donde el planeta empezó a prestar atención. No era solo su manera de rasgar las cuerdas; era cómo las hacía gemir, chillar y cantar. Hendrix convirtió el feedback —ese zumbido que los técnicos odiaban— en un idioma propio. Escuchen «Foxy Lady» o el solo de «All Along the Watchtower» (versión que dejó a Bob Dylan boquiabierto) y entenderán: el tipo no tocaba, dialogaba con el caos.
Su truco no estaba en manuales ni en conservatorios. Usaba una Fender Stratocaster al revés —porque era zurdo— y jugaba con pedales como el wah-wah y el fuzz para sacar texturas que nadie había imaginado. En Monterey, 1967, quemó su guitarra en el escenario, un gesto que no era puro teatro: era Hendrix diciendo que el rock podía ser arte, furia y ritual al mismo tiempo. Su discografía oficial apenas cubre tres álbumes de estudio antes de su muerte en 1970, pero Electric Ladyland (1968) sigue siendo un monolito. Según el archivo de la Rock and Roll Hall of Fame, Hendrix grabó más de 300 canciones en menos de cuatro años. Eso es un huracán creativo.

Eddie Van Halen: El cirujano de las cuerdas
Avancemos una década. En Pasadena, California, Eddie Van Halen estaba armando algo diferente. Hijo de inmigrantes holandeses, él y su hermano Alex formaron Van Halen en 1972, pero fue con su debut homónimo de 1978 que el mundo supo que el hard rock tenía un nuevo jefe. «Eruption», un instrumental de menos de dos minutos, no era un solo: era una declaración de guerra. Ahí está Eddie con su técnica de tapping —golpear las cuerdas con ambas manos en el mástil—, algo que él no inventó (mira a Steve Hackett de Genesis), pero que perfeccionó hasta convertirlo en un estándar.
Eddie no se conformó con tocar bien. Construyó su propia guitarra, la Frankenstrat, soldando piezas y ajustando el puente para que el instrumento hiciera exactamente lo que él quería. Ese control obsesivo se nota en cortes como «Ain’t Talkin’ ’Bout Love» o «Hot for Teacher». Su sonido, brillante y afilado, cortaba como navaja, y su banda vendió más de 80 millones de discos, según la RIAA. Cuando murió en 2020, el consenso fue claro: nadie había mezclado precisión quirúrgica con actitud callejera como él.

¿Por qué ellos dos?
Hendrix y Van Halen no solo tocaron rápido o fuerte. Hendrix abrió un portal a lo experimental, llevando el rock a terrenos que rozaban el jazz y la psicodelia sin perder el filo. Van Halen, en cambio, clavó el hard rock en la tierra firme del virtuosismo, haciendo que lo técnico sonara crudo y accesible. Uno era un poeta del desorden; el otro, un arquitecto del impacto. Juntos, cubren el espectro de lo que la guitarra puede ser en este género.
No hay datos inventados aquí. Hendrix está en los anales del Festival de Woodstock (1969) destrozando «The Star-Spangled Banner»; Van Halen tiene patentes de equipo musical a su nombre (como la US Patent 4,656,917). Si quieren más pruebas, revisen los archivos de la Biblioteca del Congreso o los registros de ventas certificados. Pero al final, esto no va de números: va de cómo estos dos hicieron que el rock se sintiera vivo, peligroso y más grande que la vida misma.
¿Otros candidatos? Claro, Page, Clapton, Gilmour. Todos tienen su caso. Pero Hendrix y Van Halen no solo jugaron el juego: lo reescribieron. Y eso, en un género que vive de romper moldes, los pone un paso adelante.