En la historia del metal, hay ciertos discos que marcan un antes y un después en el desarrollo de los géneros. En el caso del doom metal, uno de esos momentos cruciales ocurrió en 1986. Si bien la influencia de Black Sabbath, con su icónico álbum homónimo de 1970, ya había dado las primeras señales de lo que más tarde se entendería como doom, fue con «Epicus Doomicus Metallicus» de Candlemass cuando el doom metal alcanzó su identidad propia y se consolidó como un subgénero claramente definido. Este disco, que marcó la piedra angular del doom, representa la transición del metal hacia una propuesta musical más pesada, lenta y oscura.
Antes de la llegada de Candlemass, el doom metal como tal era una etiqueta confusa. Bandas como Black Sabbath sentaron las bases, pero no fue hasta mediados de los años 80 que surgió una propuesta que le diera al género una estructura reconocible. «Epicus Doomicus Metallicus» no solo definió un camino a seguir, sino que presentó al mundo una forma de hacer metal que se alejaba de la rapidez y la agresividad del thrash y power metal, al tiempo que se centraba en la lentitud, la densidad y una atmósfera sombría que sería la esencia del doom.
El álbum se distingue por su tempo deliberadamente lento, creando un paisaje sonoro pesado y envolvente. Los riffs profundos de guitarra aportaban una sensación de densidad, mientras que las canciones seguían una estructura que se apartaba de las convenciones del metal más rápido de la época. Esta ralentización no fue solo una cuestión de velocidad, sino de construcción emocional. Candlemass, en este disco, no se limitó a copiar a Black Sabbath, sino que hizo suyos los elementos del doom metal, llevándolos más allá de lo que Sabbath había logrado en los años 70.
En términos musicales, «Epicus Doomicus Metallicus» marcó la pauta del doom metal clásico. Introdujo los elementos fundamentales: riffs pesados, una línea de bajo que reforzaba la atmósfera densa, tempos lentos y letras oscuras que profundizaban en temas existenciales como el sufrimiento, la fatalidad y la desesperación. Con este álbum, el doom metal dejó de ser una simple aproximación al sonido de Black Sabbath para convertirse en un subgénero con una identidad propia. La forma en que las voces melódicas se entrelazaban con los riffs pesados y cómo la tensión se generaba entre la lentitud y la intensidad de las guitarras creó un sello distintivo que muchas bandas posteriores seguirían.
A nivel visual y lírico, Candlemass también contribuyó a la construcción de una estética única para el doom metal. Las letras de «Epicus Doomicus Metallicus» no se limitaban a hablar de sufrimiento en términos generales, sino que exploraban el dolor desde una perspectiva más filosófica, abarcando el nihilismo, la fatalidad y la muerte. Este enfoque lírico se convertiría en la columna vertebral de las temáticas del doom, que más tarde serían exploradas por diversas bandas a lo largo de los años.
El impacto de «Epicus Doomicus Metallicus» fue inmediato en el circuito underground del metal, aunque no logró una gran notoriedad comercial en su lanzamiento. Sin embargo, su influencia fue innegable, cimentando el interés por un estilo de metal más pesado, oscuro y denso. El álbum se ha convertido en un referente indiscutido, siendo la base para futuras generaciones de bandas que tomarían los principios del doom metal y los expandirían, pero siempre con un pie en este trabajo seminal de Candlemass.
Es importante señalar que, aunque el éxito comercial no llegó de inmediato, el legado de «Epicus Doomicus Metallicus» perdura. Candlemass logró llevar los elementos esenciales del doom metal a un nivel completamente nuevo, estableciendo las bases sobre las que muchas bandas posteriores construirían. Este disco se ha convertido en un clásico no solo dentro del doom metal, sino en la historia del metal pesado en general, y su influencia sigue siendo una piedra angular en el desarrollo de sonidos más oscuros y lentos.
A partir de «Epicus Doomicus Metallicus», el doom metal se expandiría y diversificaría, pero siempre recordando sus orígenes en la pesadez, la oscuridad y la emocionalidad que Candlemass estableció en este álbum.