3.5
Reviewer
¿Quién no ha pasado el infortunio de ver a un ser querido perderse ante la apatía de sus últimos días? Es recurrente ver familiares ausentes de su otrora ser cuando se retiran, extraviado sin la dirección de la rutina que llevaron durante años. De esto va El Último Viaje (Den sista resan), documental sueco que representó al país escandinavo en la contienda preliminar como mejor película extranjera en la reciente edición de los Oscar.
La realización corrió a cargo de Filip Hammar y Fredrik Wikinsson, un famoso dúo televisivo en Suecia con una carrera de más de 20 años reconocida por el tono humorístico de sus emisiones. Y justo esta trayectoria en TV, al trasladarse a cine, choca con un lenguaje desconocido que resta merito al inspirador mensaje que transmite el viaje que emprenden ambos por los bellos paisajes europeos.

“La vida no es lo que solía ser”: De qué va El Último Viaje
Lars Hammar, padre del director, fue un apasionado maestro de francés durante gran parte de su vida. Enamorado del país y su cultura, llevó a su familia en incontables viajes hacia el sur de Francia, donde forjaron un sinfín de anécdotas.
Sin embargo, desde que se retiró de la vida de docente, perdió los ánimos de vivir, sentado todo el día a la deriva en su casa. En un esfuerzo por devolverle ese entusiasmo, Filip organiza un viaje junto a su compañero Fredrik para recrear los mejores momentos que Lars tuvo en la costa francesa, abordo de un Renault 4 naranja idéntico al que tuvieron en su momento. Por supuesto, habrá varios obstáculos en su llegada, así como la realización de cual es el verdadero significado de su travesía.
El mensaje de El Último Viaje es claro y universal: mantener encendida esa chispa de entusiasmo hacia la vida, reencontrarse con las personas, lugares y experiencias que nos formaron, así como la huella que uno deja hacia los demás. Lars es el clásico viejito (inevitable usar el diminutivo, lo siento) simpático y culto, fanático de Jacques Brel y Édith Piaf. un encanto de ser humano con quien se cruce en su camino. A partir de su aparición en pantalla, es imposible no empatizar con él y su historia, misma que él registró a través de fotografías, carretes de 8 mm y grabaciones que escucha con nostalgia, tema clave que desarrolla el filme.
Los aires de nostalgia pueden ser un arma de doble filo: o te quedas por siempre cobijado por el confort de tus recuerdos dorados sin avanzar adelante, o los visitas para recapitular todo aquello que te forjó como persona, un recordatorio de lo que te impulsa a seguir adelante. En palabras de Filip, ¿por qué no volver a esos instantes si nos vuelven felices? El mayor aprendizaje del autor en la obra es ese: las cosas deben fluir, no forzarlas porque los mejores recuerdos, yacen en la espontaneidad y uno puede cometer la equivocación de inventar cosas que nunca pasaron.
El valor de la película recae en dos temas: lo espontaneo de ciertas situaciones que aparecen a partir de los errores de crear la ilusión del pasado y lo vital que es el valor de la humildad, representado por Lars. A veces uno idealiza que dejar huella, es ser famoso a nivel mundial o poseer una tremenda riqueza material. Pero a través de sus acciones, del cómo llevó su vida de profesor para compartir la gran pasión de su vida, uno no puede evitar inspirarse por aspirar a una existencia tranquila en compañía de su familia como la de él. Por eso afecta tanto ver su condición: es uno de esos misterios grandes comprender como alguien que lo tiene todo, puede derrumbarse de esa manera.

Si el relato funciona por lo ágil de su montaje y la resiliencia de su protagonista trasciende a la inspiración, ¿por qué El Último Viaje no tiene calificación perfecta? No dudo sobre la capacidad del dúo sueco para narrar la historia pero el gran problema, es lo artificial que resultan las secuencias en una evidente falta de experiencia en el documental visto como una obra cinematográfica, no como un reportaje televisivo.
Pocas son las escenas que no se sienten a cápsula de Make a Wish, en vez de ser este retrato personal e íntimo. En un esfuerzo por llevar un ritmo rápido, el uso de cámaras múltiples y secuencias obviamente repetidas varias veces, le restan demasiada naturalidad a una puesta que exige ser humana y por ende, imperfecta. A ese punto, ¿por qué no hacer mejor una ficción sobre esta historia?
Si no tienes conflicto alguno con esto último, adelante, la cinta es un buen entretenimiento para compartir en familia y al final, reflexionar sobre nuestros últimos días, cómo los pasaremos, que haremos para no sufrir una recaída y de que forma podemos llenar nuestra vida de esperanza. Porque allá afuera, existe un mundo de infinita belleza por conocer. Vaya, no lo llevemos a los terrenos excesivamente blancos de conocer la campiña francesa o las ciudades belgas: en nuestro propio país, hay sinfín de sitios por conocer, atesorar y llevar en el corazón hasta el final.