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Reviewer
¿Cuántas secuelas, precuelas, spin offs y anexas planea lanzar Warner de forma consecutiva? Mientras que ocasionalmente algunas brillan (Furiosa), el resto de súper producciones no han sido más que una muestra del peor conformismo apelando al vicio mayor que tiene secuestrada a la industria hollywoodense: la nostalgia. Esta vez, le tocó el turno a El Señor de los Anillos con La Guerra de los Rohirrim, historia ubicada 183 años antes de la trilogía llevada a la pantalla por Peter Jackson. ¿La peculiaridad? Es una película de anime coproducida por un estudio estadounidense. Ok.
Para la misión, fue convocado el aclamado Kenji Kamiyama, director de la serie Ghost in the Shell: Stand Alone Complex y guionista del clásico Blood: The Last Vampire. No solo ello, sino que su majestad Jackson y Fran Walsh, fungen como productores ejecutivos. Como gran promesa final, el elenco de voces es bastante bueno, con Brian Cox y el regreso de Miranda Otto como Éowyn, en un papel meramente como narradora. Hasta ahí, todo bien.
La promesa pronto desvanece cuando nos encontramos ante un guion corporativo sin alma alguna, diseñado especialmente para explotar ese amor de millones hacia la obra de Tolkien que, intrigados, se acercarán hacia esta película con esperanza de recordar los buenos tiempos. Lo cierto es que los elementos para una buena obra están aquí, pero decidieron irse a lo fácil y complaciente, sin hilar un relato memorable en el imaginario de la Tierra Media. Igual saben que la gente gastará en verla, sin importar la realidad.
De qué va El Señor de los Anillos: La Guerra de los Rohirrim
El legendario rey de Rohan, Helm Hammerhand es amenazado por el ataque de la armada de Wulf, un violento dunlendino que busca venganza por la muerte de su padre a manos del monarca. Sin embargo, el malévolo plan resultó más ambicioso de lo esperado por Helm, por lo que dependerá de la ayuda de su valiente hija, Héra, antiguo prospecto amoroso de Wulf, para salvar la situación y cerrar un capítulo más en la violenta historia de los hombres.
La Guerra de los Rohirrim es particularmente frustrante. Por un lado, tiene muchas virtudes por celebrar, empezando por su protagonista. Héra es inteligente, audaz, valiente, un espíritu libre inspirado por las protagonistas creadas por Hayao Miyazaki. Es emocionante verla blandir su espada, idear algún plan o correr a toda velocidad junto a su leal corcel. Ella salió de la nada, un personaje anónimo en los apéndices de El Señor de los Anillos para referirse solo de manera cronológica a los gobernantes de Rohan pero terminó con una tremenda personalidad.
Junto a ella tenemos al personaje de Olwyn, mujer escudera que toma la figura de mentor de Héra para complementar esta búsqueda del empoderamiento femenino. Si bien en la obra de Tolkien tenemos personajes fuertes como Arwen (Liv Tyler en la cinta), la película adopta más el lado de la mujer visto desde la gran heroína rebelde en el mundo oriental, de personalidad andrógina y fuerte, sin alinearse a algún código más que al de su propia moralidad. Un buen acierto.
El otro gran protagonista es el rey Hammerhand. Necio, testarudo, violento, un grande a la hora de los catorrazos, su presencia es imponente, en especial en la segunda parte del filme donde se convierte en un espectro sediento de venganza. Sus secuencias son en su mayoría extraordinarias, a pesar de que su inevitable final, es bastante ridículo.
Por otra parte, la mezcla entre la sensibilidad del anime y la visión hollywoodense resultó en un buen experimento. Elementos de ambos se asoman por todas partes: el humor blanco y simple de los orientales, las explosiones y batallas monumentales de los gringos. Es justo en la acción donde esta animación encuentra sus fortalezas con secuencias entretenidas a la hora de los espadazos.
Entonces, si tiene tanto a su favor ¿qué ocurre con esta película? De forma totalmente innecesaria, La Guerra de los Rohirrim apela a lo más cursi del melodrama inspiracional basado en la esperanza que hemos visto una y otra y otra y otra y otra vez. La trama no deja nada a la imaginación, es solo una historia más del pueblo noble, opresor bajita la mano, que debe demostrar su valía a través del “pocos pero muchos”. Una aburrida historia de blancos y negros, sin ningún matiz de por medio.
La relación entre Héra y Wulf es de lo más sosa y forzada, con todo y un flashback a su infancia donde comienza a sonar el “ueo, amigas y rivales” para establecer que ambos, son solo víctimas de las circunstancias, de un destino al que no quieren pertenecer. Ese duelo final, más cantado que el tricampeonato del Ave, acaba por ser una cosa de lo más absurdo en sentimentalismo.
Pero lo más detestable, lo que vuelve risible sus partes dramáticas, son los diálogos. ¿Quién carajos los escribió? ¿Ernesto Alonso, el señor telenovela? Tiene unos momentazos de comedia involuntaria que rompen con la seriedad auto impuesta. No es spoiler dado que pasa en los primeros minutos pero cuando Helm mata al padre de Wulf con un solo golpe, es de lo más inverosímil que haya visto en mi vida. Incluso llegué a sospechar más adelante que tal vez, el rey tenía que ver con los anillos. Pero no. Solo fue una estupidez.
Ya cuando llega al cierre, La Guerra de los Rohirrim solo tiene el objetivo de complacer fans de la forma más perezosa posible. ¿Creen que nada más nombrando personajes y lugares icónicos es suficiente? Pobre Héra, necesitas una aventura que redima estas sandeces.
Otro problema es la animación. Lo estelar es el diseño de personajes, en ese apartado luce cada uno de los protagonistas. Son los ambientes los que se sienten sin vida, sin ese cuidado al detalle tan minucioso que tienen los japoneses. Todos los espacios se sienten planos, cual si fuera vil escenografía teatral. Esto provoca que sí, a pesar de ser la producción hollywoodense, se sienta barata.
Cuando el universo de Tolkien se expande hacia otros medios, pueden salir cosas muy interesantes, gracias a su impecable mitología y vasto mundo por explorar. Por ejemplo, en los videojuegos, Shadow of Mordor y Battle for the Middle-earth son una maravilla que todo fan de la Tierra Media debe conocer y que expanden dentro de lo conocido.
Con La Guerra de los Rohirrim tenemos un espectáculo vistoso, buenas secuencias de acción, una gran heroína pero al final, vacía en su oferta, sin nada nuevo que ofrecer y con un melodrama peor que los de Mujer casos de la vida real. Se siente a esas películas que a inicios de los 2000s, eran lanzadas directo en DVD. Te entretendrá, la recordarás, pero siempre dirás “que ganas de ver El retorno del rey otra vez”. Lástima.
¿Es necesario seguir lucrando con la nostalgia de esta forma? ¿Qué pasará cuando desaparezca el interés y ya no queden otras franquicias para explotar? ¿Por qué esperar a tocar fondo para resurgir como estudio? Preguntas que no obtendrán respuesta pronto.