Fotografías: @theeddshot
La noche del viernes 22 de noviembre, el Gato Calavera se transformó en una caverna de penumbra donde las sombras y el frío convergieron en un ritual dedicado al desconsuelo y la melancolía. La Ciudad de México, con sus luces titilantes y caos constante, cedió momentáneamente su protagonismo al vacío existencial que solo el Depressive Suicidal Black Metal (DSBM) puede invocar.
Bajo el auspicio de Helados Producciones, la mítica banda francesa Nocturnal Depression, una de las piedras angulares del DSBM, hizo su aparición en este recinto. Encabezados por el carismático y sombrío Cédric Giordani, mejor conocido como Lord Lokhraed, la agrupación prometía una velada impregnada de desolación y melodías abrasivas que penetrarían más que el frío de la noche.
Desde los primeros pasos dentro del venue, se respiraba una atmósfera especial. Las paredes del Gato Calavera, recubiertas de grafitis y memorias de conciertos pasados, parecían contener una energía distinta: un cúmulo de emociones crudas y profundas, listas para ser liberadas. Los asistentes, ataviados de negro y con expresiones de seriedad ritualista, portaban playeras de clásicos del black metal o el corpsepaint característico del género, mientras unos lamentaban que las tallas disponibles de merchandising fueran limitadas.
Con cerveza en mano y ojos atentos, el público esperaba el inicio de la ceremonia. De pronto, las luces se atenuaron aún más, dejando la sala en penumbra. Una figura delgada y sombría emergió del backstage: era Lord Lokhraed, acompañado de músicos encapuchados, iniciando el primer acto de la noche con Grim Landscape, su proyecto solista.
Apenas resonaron los primeros acordes, quedó claro que Grim Landscape no era una simple introducción, sino un descenso directo a la obscuridad de un ritual blasfemo. Con un sonido crudo, fiel al black metal de la vieja escuela, la banda repasó temas de sus tres producciones, como si cada riff desgarrara la piel para exponer las fibras más íntimas de la desesperación.
“Cruzamos el océano para traerles la palabra de Satán”, proclamó Lokhraed en un español quebrado pero efectivo, arrancando gritos y puños alzados entre el público. La interpretación culminó con un homenaje inesperado: un cover visceral de “Orgasmatron” de Motörhead, un recordatorio de que incluso en los recovecos más oscuros del black metal, el espíritu de Lemmy Kilmister sigue vigente.
La penumbra se profundiza: Nocturnal Depression toma el escenario
La pausa entre actos fue breve, pero suficiente para que los asistentes recargaran sus vasos y su energía. Cuando las luces se extinguieron nuevamente, el aire se llenó de expectativa y un aura de tristeza tangible. La banda principal, Nocturnal Depression, hizo su entrada, envuelta en una niebla ficticia que parecía provenir de un bosque sombrío en algún rincón perdido de Francia.
Al salir la banda al escenario muchos asistentes fruncieron el seño al ver a los mismos músicos mientras los fans de “hueso colorado” explicaban que Lokhraed se hace acompañar de la banda principal para interpretar los temas de su proyecto solista.
Fundada en 2004, Nocturnal Depression se ha convertido en un pilar del DSBM, un subgénero del black metal caracterizado por sus atmósferas lentas, melancólicas y profundamente emocionales. A diferencia de las ramas más agresivas del género, el DSBM no busca la violencia explosiva, sino la introspección, el dolor y el aislamiento. Con discos como «Reflections of a Sad Soul» y «Near to the Stars», la banda ha construido una base de seguidores leales que encuentran consuelo en sus paisajes sonoros de aflicción.
El setlist inició con temas como “Acredié” y “Nostalgia”, piezas que transportaron a los presentes a un estado de catarsis colectiva. Cada riff de Nebel, el guitarrista fundador, cortaba como una hoja afilada, mientras la batería marcaba un ritmo que asemejaba los latidos de un corazón agonizante. Las voces de Lokhraed, guturales y desgarradoras, resonaban como un eco desde los rincones más oscuros del alma humana.
La audiencia, hipnotizada por el espectáculo, se entregó por completo. Desde las primeras filas, alguien alzó una prótesis de pierna al aire, un gesto tan extraño como simbólico, que arrancó una sonrisa oscura de Lokhraed, quien respondió con un ademán teatral, como si dirigiera una orquesta de almas perdidas.
Tras interpretar “Her Ghost Haunts These Walls” y “Hear my Voice… Kill Yourself” el concierto parecía llegar a su fin. Sin embargo, la ovación del público fue tan ensordecedora que la banda regresó para interpretar “Spring”, un tema inesperado que iluminó momentáneamente la desolación con un atisbo de esperanza melódica.
La velada concluyó con un sentimiento de satisfacción sombría. Nocturnal Depression había logrado lo que pocos pueden: envolver a los asistentes en un manto de emociones crudas, uniendo sus almas en un ritual de introspección y desamparo. Bajo la luna fría de noviembre, el Gato Calavera fue testigo de que, incluso en el abismo de la desesperanza, el black metal puede ser una forma de redención.