Era marzo de 1988, luego del éxito en ventas de Ruido Blanco, Soda Stereo dirigió su carrera hacia la conquista de uno de los mercados más llamativos para los artistas de este lado del continente pero que en esa época estaba limitado para una banda de rock en español: Estados Unidos.
Aprovechando toda la relevancia adquirida, contratan al músico puertorriqueño Carlos Alomar, quien había tocado con leyendas de la talla de David Bowie, John Lennon y Mick Jagger. Era la segunda vez que permitían a alguien ajeno al grupo producir un disco, luego del debut producido por el líder de Virus, Federico Moura. Alomar subió el nivel de la banda a niveles nunca antes vistos, usando técnicas novedosas de grabación que sentarían precedentes en el rock hecho en Latinoamérica, además de tener un riguroso esquema de trabajo en el uso eficiente del tiempo.
Durante junio, los estudios neoyorquinos de Sorcerer Sound serían la base donde Soda Stereo gestaría el mítico Doble Vida, su cuarto LP. Los toques finales se dieron en Masterdisk y a principios de julio se presentó el resultado en discotecas y clubes que los llevó a dar entrevistas en radio y televisión estadounidense. El sello CBS (actual Sony Music), la casa que los había editado desde sus comienzos, se sorprende del millón de copias sin haber incursionado en el mercado español y brasileño. Sería finalmente lanzado en el otoño del mismo año.
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Track por track
De inmediato se percibe la diferencia en la guitarra acústica al inicio a “Picnic en el 4º B”. Se escuchan todos los instrumentos bien distribuidos en el espacio y hay algunas reminiscencias de las guitarras de “Signos”. Cuando entra la voz, un manto de teclado deja que una guitarra con distorsión se cuele con ciertos detalles mientras el narrador discute sobre que usualmente el género masculino tiene la mente puesta en sexo y cuando no lo obtiene, se encuentra cantando la misma canción que lo consuela. Hay referencias y metáforas sobre prácticas de sexo grupal y una vida llena de excesos.
“En la ciudad de la furia” es de las canciones ícono de la banda, de manera superficial muchas de las capitales latinoamericanas pueden identificarse con un título así: venimos de estallidos sociales y proyectos gubernamentales irregulares. Sin embargo, es específicamente sobre Buenos Aires que un ser alado ve desde las alturas la urbe como muchos semejantes a él. Este hombre que vuela y su estirpe son presas de cazadores por lo que necesitan el cobijo de la niebla y la oscuridad de la noche para volar libres mientras pide asilo a una figura femenina que le permita refugiarse durante su momento más vulnerable: la luz del día.
Su habilidad parece artificial cuando se le compara con Ícaro, el hombre del mito que logra el vuelo con unas alas hechas de plumas y cera. El ánimo general de la canción, a diferencia de la referencia, es sombría. Su icónico video guarda un parecido con la estética blanco y negro de la premiada Cielo Sobre Berlín de Wim Wenders, hecho que podría reafirmar la temática de la letra como una interpretación de ángeles entre mortales.
“Lo que sangra (la cúpula)” es un retrato de la fama y las élites sociales que dominan el mundo. Para entonces, Soda Stereo ya había probado lo que su desbordada popularidad traía consigo: hipocresía y prepotencia. Se percibe la influencia de Alomar en las guitarras funk y los metales que engrosan esta pieza. Charly Alberti se relaja con su versión recortada de batería disco con Zeta acentuando sólo cuando debe para dejar espacio a las dos guitarras y al teclado que reviste de grandeza la composición, misma que se despoja en los últimos compases de todos los instrumentos a excepción de las congas y una guitarra acústica.
Al estilo de Tears For Fears de Songs From the Big Chair, el teclado en “El Borde” da una pista de que viene una canción más calmada de lo que parece: una tensa historia de infidelidad, la amarga sensación del tema encuentra el mejor complemento en la voz de un Cerati cuya desesperación se nota en los coros. El productor se permite añadir un rap en inglés en la tercera estrofa que, como las anteriores, carecen de guitarra. Para apoyar los coros o para lanzar llantos desesperados ante la impotencia de ver cómo el amor se le escapa de las manos.
Una divertida sátira al estereotipo de galán es “Los Languis”, el título es un juego de palabras muy argentino entre galán al revés y lánguido. De una elegancia soul con los metales en las diferentes secciones en las cuales Bosio destaca con su bajo. Cerati por su parte tiene una guitarra recargada de flanger (un efecto de sonido) y distorsión que se limpia para apoyarle la voz. Sais aporta armonías y melodías en su teclado que le valen aparecer en los créditos del cierre de la cara A en el vinilo.
“Día común – Doble vida” se asemeja a las sonoridades de los australianos Inxs, una de las referencias más recientes de los argentinos. También nos remite a “Nada personal” que había sido lanzada tres años antes, y así recordarle al público de dónde venían. Se escucha con cierto agobio al narrador anhelando un día común, sin eventos adversos. Lenny Pickett, saxofonista de sesión por excelencia, saca a relucir el impacto que el rhythm and blues y el funk ha tenido en su vida en un breve pero consistente solo.
Contrastando con el corte anterior, llega la desgarradora pero exquisita “Corazón delator” inspirada en el cuento homónimo de Edgar Allan Poe. Aquí Cerati no tiene una intención dramática con la letra y más bien se refiere a la entrega al amar, la música refleja la angustia al darlo todo. El juego de las guitarras es deliciosamente excelso, conjugando cuerdas de nylon y varias eléctricas con efectos como ese bending (técnica de guitarra de tocar una sola cuerda) que pega directo en el estómago. Todo está bien sostenido por los largos acordes de teclado y el expresivo bajo.
Este neo soul de un tímido órgano que tiñe el tema de gospel en “El ritmo de tus ojos”. Podemos percibir algo de XTC en la estructura cambiante de la canción de intenciones románticas.
Cierra con “Terapia de amor intensiva”, coescrita por Coleman y Cerati, es la decisión de salvar una relación que se ha desgastado mucho, pero existe una última oportunidad. Cuando Gustavo repite una y otra vez “haré lo que me pidas” se manifiesta la vulnerabilidad de una persona que se despoja del ego por aferrarse a la que cree es su otra mitad.
En 1988 estaban lejos de imaginar que Doble Vida les permitiría lograr lo que ninguna banda de rock latinoamericano había podido hacer entonces: incursionar con éxito en el mercado estadounidense y así poder visitar Norte y Centro América. Felices 37 primaveras con sus respectivos inviernos a este clásico del rock en español que vio la luz por primera vez un 15 de septiembre el mismo año que Salinas se robó la presidencia de la república para dar continuidad a la implementación del modelo neoliberal en México. Si les gustó compartan, si no comenten, hasta el próximo artículo.