Diles que no me Maten: “Improvisar es detener el mundo, percibir”

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En tiempos donde el presente se diluye pese a la avasalladora carga de información que en la red se localiza, resulta fundamental reconocer los hilos conductores que, a nivel sonoro, nos tienen aquí. Quizá quede poco por descubrir, tal vez la autocomplacencia sea quien nos tenga viviendo un hoy donde el reciclaje se disfraza de vanguardia ante los incautos. Diles que no me Maten deja que sea la voz de Andrés Lupone quien represente a la banda para hablar de estos y otros menesteres (yendo de las formas de consumo musical a los asideros de la improvisación y el perfil de la camada sonora a la que pertenece), todo como preparativo para la actuación del combo en Bahidorá.

Desde un motel en El Paso, Texas, a punto de partir hacia Cd. Juárez, en medio de la segunda gira estadounidense del grupo con paradas en Austin, Arizona o Dallas, Diles que no me Maten tiene entre manos un tercer álbum: Obrigaggi, al cual anteceden dos más: La vida de alguien más (2021) y Edificio (2020). Este catálogo se forma tras ocho años de trabajo constante, tiempo en el que sus artífices se han anunciado desatentos, y en esto se asoman orgullosos, de imposiciones externas sin nunca aflojar el paso. “Se vale, está bien no tener una disquera, ser independiente funciona”, cuenta Andrés; “y también se vale tener paciencia, hacer las cosas al ritmo que uno quiera; pero debe haber cierto rigor, disciplina. Hay que llevársela tranqui, pero tampoco quedarse dormido”. El reto: conseguir que este modo de trabajo, libre, comprometido con la expresión, resulte redituable a nivel económico.

“Hay flujo, ahora; pero no ha sido fácil”, remarca el bajista cuando se habla de dinero, de lo complicado que es salir de gira y, al menos, terminar la ruta tablas, sin tener que empeñar una guitarra, un amplificador. “Llegamos a esta situación con mucha paciencia, escogiendo a las personas indicadas con las cuales trabajar. La idea es que la banda funcione más allá de la música, que alrededor de nosotros exista un grupo de gente que consiga que el proyecto levante (empezando por nuestra ingeniera de sonido, gracias a ella sonamos muy bien)”. Aunque esto no significa que, además de Lupone, Raúl Ponce, Jonás Derbez, Jerónimo García y Gerardo Ponce paguen sus cuentas únicamente con lo que la banda genera actualmente: “Todos tenemos vidas distintas. Yo, por ejemplo, también hago música para cortometrajes y a veces doy clases”.

Fue en 2019 que Diles que no me Maten supo, en el escenario del Foro Indie Rocks!, que la cosa suya iba por buen camino. “Esa vez salimos sorprendidos por la recepción de la gente, todavía no estaba nuestra música afuera pero muchas personas conectaron; luego, nos tomamos con mucha calma lo de sacar un disco”. A la fecha, los músicos siguen definiendo sus movimientos con la mira en el contexto que los abraza, confiando en que sus seguidores compartan dicho paisaje. “Apenas sacamos en vinil nuestro segundo disco porque en su momento no encontramos la manera de maquilarlo”, explica Andrés, afianzando que “hay que entender cómo se vendía la música hace veinte años, con los CD´s, y no comparar esto con el presente”. En este rol, es categórico: “hoy en día los viniles son memorabilia. Para escuchar música están las plataformas. Pero tener tu música en vinil significa algo tangible; no masivo, que funciona con un público muy específico”.

Pero, esos escuchas en especial, ¿qué es lo que encuentran al acercarse al sonido de la banda? “Si sintetizas lo que tocamos, una definición podría ser que hacemos poesía y ruido, pero hay muchos tipos de ruido y poesía”, refiere Andrés. “He aprendido que la poesía es una yuxtaposición de imágenes, un montaje de ideas, de representaciones, se parece en este sentido al cine, porque utiliza palabras para crear imágenes. El ruido es todo lo que ocurre cuando no hay silencio. Ruido y silencio conforman una dualidad; una no existe sin la otra y conforman a la música, más allá del lenguaje”. Con estos conceptos claros, la banda suele recurrir a la inspiración dirigiéndose a un sitio especial, y Lupone lo apunta: “Todo viene de un flujo de consciencia regularmente improvisado. Para entregarte a la improvisación debes detener el resto del mundo, dejar de pensar lo que sucede y simplemente percibir. Esto quiere decir abandonar las ideas de que las cosas deben sonar de determinada y manera y en cambio reaccionar al momento”.  

A esta manera de obrar creativamente, sí, se le puede llamar rock, según el músico, aunque no hay que perder de vista que, “igual, el rock tiene muchas facetas. Supongo que a nuestra música puedes decirle así, rock, aunque a veces siento que es otra cosa (hemos llegado a hacer algo parecido al soul). No sé, es complicado… hacemos música libre. Guardamos semejanzas con Can o con Sonic Youth, y no había tanta música con esta filosofía en español; estamos tomando esa tradición y adaptándola a nuestro contexto: la CDMX”. Con tal saber, Andrés encuentra a su alrededor “una escena con sustancia que me sorprende. Se está planteando un nuevo modelo de hacer música y presentarse. Ya no hay ese acople con ciertas normas que antes existían”. Ahí, el bajista se refiere a Unperro Andaluz, Grito Exclamac!ón y Edgar Bajo el Agua, luego cierra: “Hay muchas bandas y todas tenemos algo en común: estamos trabajando desde un lugar visceral, no por perseguir cierta popularidad”. 

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