Fotografías: Johanna Malcher //
La noche del 23 de marzo de 2025 en el Circo Volador no fue una simple fecha en el calendario de la escena metalera mexicana; fue un ritual, un descenso vertiginoso al abismo más negro y gélido que el black metal puede ofrecer. Dark Funeral, los heraldos suecos de la oscuridad, regresaron a la capital mexicana, y lo hicieron con una furia que parecía arrancada de las entrañas mismas del infierno. El recinto, un bastión histórico del metal en México, se convirtió en un templo profano donde el caos y la adoración se entrelazaron bajo un manto de neblina, luces infernales y un sonido que golpeaba como un martillo sobre el yunque de las almas.
El preludio: A Call For Revenge desata el odio
Antes de que los reyes del black metal sueco tomaran el escenario, la noche fue inaugurada por A Call For Revenge, una banda mexicana que ha estado tallando su nombre en el panteón del metal extremo nacional con sangre y fuego. Desde el primer riff, su sonido irrumpió como una horda de demonios liberados de las profundidades, un torbellino de misantropía y violencia sónica que resonaba con la crudeza de un grito primordial. Los capitalinos, con su mezcla de ferocidad y precisión, descargaron una avalancha de riffs afilados y blast beats que parecían desgarrar el tejido mismo de la realidad. El público, hambriento de caos, respondió con una ovación visceral, y cuando anunciaron su última canción, el rugido colectivo exigiendo más fue ensordecedor.

Esa noche marcó también el adiós de Sandra, la guitarrista que ha sido un pilar en el ascenso de la banda. Su partida no pasó desapercibida; cada nota que tocó parecía cargada de una despedida oscura, un eco que resonará en la historia de esta banda. Su futuro, sin duda, será tan sombrío y poderoso como el legado que deja atrás. Con su actuación, dejaron el escenario humeante, un campo de batalla preparado para la llegada de los titanes suecos.

La oscuridad desciende: Dark Funeral emerge de las sombras
A eso de las 9:30 pm, el Foro del Circo Volador se sumió en un silencio expectante, roto solo por el zumbido de la electricidad y el murmullo de cientos de almas ansiosas. La neblina comenzó a reptar desde los bordes del escenario. Las luces, un juego de rojos sangrientos y azules helados, pintaron el aire con tonalidades de muerte y desesperación. Entonces, desde las tinieblas, emergieron los cinco jinetes del apocalipsis sueco: Dark Funeral, fundados en 1993 por Lord Ahriman y Blackmoon, un nombre que desde entonces ha sido sinónimo de black metal puro, sin compromisos ni piedad.

El primer zarpazo llegó con “Nosferatu”, del álbum We Are the Apocalypse (2022), una pieza que encapsula la evolución de la banda sin traicionar sus raíces. El riff inicial, cortante como una guillotina, desató una explosión de energía entre la multitud. Heljarmadr, con su voz que parece un lamento arrancado de las catacumbas, lideró el asalto, mientras las guitarras de Lord Ahriman y Chaq Mol tejían una telaraña de disonancia y velocidad. El batería Jalomaah, un torbellino humano, golpeaba con una precisión demoníaca, cada redoble un trueno que reverberaba en los huesos. Desde ese instante, quedó claro que no estábamos ante un concierto cualquiera; esto era una ceremonia de posesión, un aquelarre donde el público y la banda se fundían en un solo ente de adoración satánica.
La esencia del black metal: brutalidad y trascendencia
Lo que hace a Dark Funeral una fuerza única en el black metal es su capacidad para conjurar una atmósfera que es a la vez opresiva y liberadora. Sus raíces, ancladas en la segunda ola del género que explotó en Escandinavia durante los 90, se sienten en cada nota, pero hay algo distintivamente suyo en la ejecución. No son una banda que se limita a regurgitar el pasado; toman la esencia del black metal clásico —esa mezcla de crudeza, velocidad y nihilismo— y la moldean con un filo moderno que corta más profundo. En el Circo Volador, esto se tradujo en una experiencia que te envolvía como una niebla helada, te arrastraba a un vacío donde el tiempo y la luz no tienen cabida.

Temas como “Atrum Regina” y “To Carve Another Wound” llegaron como latigazos, cada uno un recordatorio de por qué Dark Funeral ha resistido más de tres décadas en la escena. La primera, con su majestuosidad fúnebre, evocaba la imagen de una reina negra presidiendo un reino de cenizas; la segunda, un himno de autodesgarramiento, resonaba con una intensidad que hacía vibrar las paredes del recinto. El público, un mar de cabezas agitándose y puños alzados, respondía como si estuviera bajo un trance colectivo. Los “Hail Satan” que Heljarmadr lanzaba entre canciones eran devueltos con un fervor casi religioso, un eco que reverberaba en la noche mexicana.

El clímax: clásicos inmortales y una despedida incendiaria
A medida que la noche avanzaba, la intensidad no hacía más que crecer. “The Arrival of Satan’s Empire”, del álbum Diabolis Interium (2001), desató una locura absoluta; su riff galopante y su energía desenfrenada parecían invocar al mismísimo señor de las tinieblas. Le siguió “Unchain My Soul”, una joya de Where Shadows Forever Reign (2016), que se ha convertido en un clásico moderno. La canción, con su mezcla de melodía sombría y agresión implacable, fue un punto álgido, un momento donde el público cantó al unísono, como si cada verso fuera una oración a la oscuridad.
La recta final fue un aluvión de himnos que han definido la carrera de Dark Funeral. “Open the Gates”, del EP homónimo de 1994, trajo consigo el espíritu primigenio del black metal sueco, un recordatorio de los días en que la banda grababa en el mítico Uni-Sound Studio de Dan Swanö. “Shadows Over Transylvania” y “My Dark Desires” —ambas de su debut The Secrets of the Black Arts (1996)— fueron recibidas con un éxtasis visceral, como si el público hubiera esperado toda la noche para rendirse ante estos pilares del género. Finalmente, “In the Sign of the Horns” cerró el set principal con una explosión de pura maldad, un homenaje a la esencia misma del black metal.

Pero la noche no podía terminar tan pronto. La sed de oscuridad era insaciable, y Dark Funeral lo sabía. Tras unos minutos de tensión, volvieron al escenario entre vítores ensordecedores. “Let the Devil In” —otro corte de We Are the Apocalypse— llegó como un golpe final, su atmósfera densa y su ritmo implacable un recordatorio de que la banda sigue siendo relevante en 2025. El broche de oro fue “Where Shadows Forever Reign”, una pieza que encapsula todo lo que Dark Funeral representa: majestuosidad, brutalidad y una devoción inquebrantable a la noche eterna.
Un legado vivo en el black metal
Dark es una institución. Fundada en Estocolmo en 1993, ha sobrevivido a cambios de alineación, controversias y el paso del tiempo, siempre liderada por la visión incansable de Lord Ahriman. Su discografía, que abarca desde el EP debut hasta We Are the Apocalypse, es un testimonio de su compromiso con el black metal sin adulterar. En el Circo Volador, demostraron que no son una reliquia del pasado, sino una fuerza viva que sigue incendiando escenarios y almas por igual.

