Daniele Morelli es un guitarrista oriundo de la Toscana, Italia, pero desde hace 12 años radica en este país, donde ha desarrollado su trayectoria como jazzista y este año lanzó un par de placas. La primera de ellas, Agua, la realizó en colaboración con el vibrafonista Miguel Alzerreka, con quien ha tocado en diferentes proyectos. “En un principio ⎯señala Morelli⎯ sería un disco improvisado, pero en la primera sesión compusimos unos 4-5 temas que nos guiaron a través del agua y los títulos sugirieron la sensación de cada pieza”.
Agua es un disco líquido, te empapas con él rápidamente; la guitarra de Morelli platica suavemente con el instrumento de Alzerreka y juntos edifican delicadas melodías que embelesan. En el caso de “Átomos”, las notas parecen surgir de una cajita musical, aunque también hay partes en donde los sonidos se expresan “anómalamente” (la guitarra en “Vapor”). “Equilibrio dinámico” hace honor a su título y aquí los dos instrumentos trabajan coordinadamente, se tutean, conversan, ceden espacio entre ellos y el resultado es muy agradable al oído. Incluso hay temas (“Oxígeno”) en donde parece no existir movimiento, pero sólo se trata de una ilusión, tal vez porque uno de los dos se repliega y cede el protagonismo al otro, pero sin dejar de hacerse oír.
Agua es como el soundtrack de un filme y “Mar de hielo” es misteriosa, hay algo de experimental en la forma en como la guitarra aborda el tema, con un poco de distorsión, mientras el vibráfono transita con calma y parsimonia como lo hace en la mayoría de las composiciones de este álbum, en donde también hay lugar para los efectos e instantes de liderazgo (“Hidrocanto”). En “Estado amorfo”, Alzerreka y Morelli crean el corte más experimental y también uno de los más interesantes del álbum.
Consistenza umana, por su parte, es un disco igualmente delicado, pero diferente. Acerca de la génesis de éste dice Morelli: “La inspiración para este disco me surgió paseando por las ruinas de un siquiátrico en La Toscana. Este manicomio fue el más grande del país y los temas están dedicados a una persona que estuvo internada allí por un proceso judicial y que en 25-30 años, con la hebilla de su cinturón, grafiteó toda la pared, 180 metros, con sus delirios. En todos esos escritos se advierten momentos de máxima locura con algunos instantes de lucidez y en uno de esos pasajes escribió la frase de la cual salió el título del disco: ‘nos dicen alienados, pero pasen tiempo con nosotros y verán que estamos hechos también de consistencia humana’”.
La obra se realizó en colaboración con Robert Tiso, quien toca el cristalófono (copas de cristal) y si bien sus participaciones la mayor parte del tiempo son atinadas, no dejan de ser limitadas en cuanto al espectro sonoro del “instrumento”, así que lo suyo radica en marcar un contraste con las límpidas notas de la guitarra de Morelli que aquí tiene mucho espacio para tejer una serie de composiciones en su mayoría evocadoras (“Ombre”), otras que, a quien esto escribe, lo llevan a pensar en filmes imaginarios (“Il colonnello astrale”, “Fibbia catodica”, “Raggi magnetici”).
No faltan los devaneos semiexperimentales (“Veleni anarcotici”, “Antenna atomica”), pero incluso en estos la belleza se mantiene constante. Si existe un pero en esta obra es su duración, pues escasamente llega a la media hora.
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