Ingenieros de la compañía Pargmatic Semiconductor, junto a expertos de la Universidad de Harvard y la empresa sueca Qamcom han desarrollado un nuevo procesador flexible. Notablemente, este ingenio no está hecho con silicona y supone un proceso de fabricación muy económico.
Los procesadores flexibles han sido uno de los puntos de interés de la industria durante los últimos años. Por un lado permitirían la producción de dispositivos nuevos y más atractivos para el público en general. Pero además son particularmente útiles en el campo de la medicina. Con un procesador flexible es mucho más fácil crear un sensor que puede adherirse al cuerpo y monitorear los parámetros de la salud del usuario.
Flexible al extremo
El objetivo de los desarrolladores fue crear un circuito barato que pudiera doblarse alrededor de un lápiz sin sufrir fracturas. Para conseguir esto se utilizó como material el óxido de indio, galio y zinc, conocido también como IGZO.
El dispositivo diseñado, denominado Flex-RV, cumplió con el objetivo propuesto y demostró que era compatible con las técnicas de impresión en transistores.
Potencia y economía
Como contra es importante señalar que la potencia que tiene no sería suficiente para las aplicaciones más demandantes. Pero si es suficiente para procesar los signos vitales de una persona, tales como la temperatura corporal o el ritmo cardíaco. En las configuraciones pensadas por los desarrolladores los sensores trabajan en conjunto con dispositivos de mayor potencia, tales como un smartphone.
El procesador solo necesita una potencia de 6 mili vatios.
El costo de fabricación es de USD 1, por lo que podría ser utilizado en dispositivos descartables. Una cualidad muy importante para su aplicación en el ámbito de la medicina
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