Conoce al “arquitecto” del blackened death metal

El blackened death metal no nació de un solo golpe de genialidad, sino de un cruce turbulento entre dos mundos sonoros que, en los años noventa, ya rugían con fuerza: el black metal, con su carga helada y teatral, y el death metal, con su precisión quirúrgica y su peso aplastante. En medio de esa colisión, una figura logró destilar algo que no solo mezclaba ambos, sino que los retorcía en una forma distinta, visceral y reconocible. Ese hombre fue Jon Nödtveidt, el cerebro detrás de Dissection, una banda sueca que, sin proponérselo del todo, acabó marcando el rumbo de un subgénero.

Hablar de Nödtveidt como el “arquitecto” del blackened death metal no es una exageración ni un capricho. Su trabajo, especialmente en el disco Storm of the Light’s Bane de 1995, no se limitó a juntar riffs veloces con gritos rasposos; fue más bien como si hubiera abierto una puerta hacia un territorio donde las melodías heladas del black metal se enredaban con la brutalidad técnica del death metal, sin perder el control en ningún momento. Escucha “Where Dead Angels Lie” y entenderás: no es solo agresividad, hay una narrativa ahí, un frío calculado que te atraviesa.

Nödtveidt no era un improvisado. Antes de ese álbum, Dissection ya había mostrado señales de su dirección con The Somberlain (1993), un debut que, aunque más anclado en el black metal tradicional, dejaba entrever su gusto por estructuras complejas y una atmósfera que iba más allá de la pura rabia. Pero fue en Storm donde todo cuajó. Según datos de la propia discografía de la banda, el proceso de grabación en los estudios Unisound de Suecia, bajo la producción de Dan Swanö, permitió a Nödtveidt afinar cada detalle: desde las armonías de guitarra que cortan como vidrio hasta los cambios de tempo que golpean como un martillo. El resultado no fue una mezcla casual, sino una declaración.

El contexto importa. A mediados de los noventa, el black metal noruego dominaba las conversaciones con su crudeza y su mística, mientras el death metal sueco, con bandas como Entombed o Dismember, seguía puliendo su sonido característico. Nödtveidt, sin embargo, no se alineó con ninguna de las dos corrientes de forma servil. Tomó el enfoque melódico de gente como Emperor y lo cruzó con la densidad de Morbid Angel, pero lo hizo a su manera, con un toque personal que evitaba caer en la caricatura o el cliché. En una entrevista para la revista Nordic Vision en 1995, él mismo describió su visión como “un reflejo de la oscuridad interior, pero con orden, no caos”. Y eso es exactamente lo que entregó.

No todo fue música. La vida de Nödtveidt estuvo envuelta en sombras más allá de los escenarios: su implicación en un homicidio en 1997 lo llevó a prisión, un hecho que interrumpió la trayectoria de Dissection y que, para algunos, añadió un matiz perturbador a su figura. Tras salir en 2004, reactivó la banda y lanzó Reinkaos (2006), un disco que, aunque más pulido, mantuvo esa esencia híbrida que él había moldeado años antes. Poco después, en agosto de 2006, se quitó la vida, cerrando un capítulo que, sin embargo, no dejó de resonar.

¿Es Jon Nödtveidt el único nombre en esta historia? No del todo. Bandas como Necrofrost o los primeros Behemoth también jugaron con esa frontera entre géneros, pero ninguna logró la claridad ni la influencia de Dissection. Si buscas pruebas, revisa la cantidad de grupos actuales —desde Watain hasta Necrofell— que citan a Storm of the Light’s Bane como referencia directa. El archivo de reseñas en Metal Archives lo confirma: ese álbum sigue siendo un punto de inflexión, con una calificación promedio de 91% basada en cientos de opiniones verificadas.

Decir que Nödtveidt “inventó” el blackened death metal sería injusto con la evolución natural del metal extremo. Pero darle el título de “arquitecto” encaja: él no solo lo construyó, sino que le dio planos, paredes y un techo que otros han habitado desde entonces. Su obra no necesita adornos ni mitos; basta con poner el disco y dejar que hable por sí mismo.