El DJ, productor y cantante Nkosinathi Innocent Maphumulo comenzó su carrera alrededor 1994 y eventualmente se ha convertido en uno de los más famosos DJ´s de África. Su debut discográfico de título homónimo de 2005 ya introducía su personal estilo de deep house con influencias del jazz, el R&B y el afrobeat. Durante la siguiente década publicó otros cuatro trabajos, cada vez más sofisticados y mejor producidos, lo que le dio una enorme visibilidad en los más importantes clubes y festivales de Europa y Estados Unidos. Subconsciously, su sexto álbum de estudio, apareció en 2021 y en 2022 obtuvo el premio Grammy por Mejor album dance/electronic.
TXT y FOTO:: Michelle Martínez Ayala
La trayectoria y escenarios por los que se ha desenvuelto el amo del afropolitan house le hacen cada vez más inalcanzable. La ultima visita de Black Coffee al país fue para la Fiesta Oficial del Gran Premio de México (el de la fórmula 1) en 2023, por lo tanto desde entonces ver al DJ en acción se convirtió en una meta personal. Acudir al Bravo GNP fue parte de la misión. La edición del fest 2024 logró un cartel ambicioso, ya que se construyó con nombres como los de Alexandthere de México, Deer Jade de Suiza, Mita Gami de Estados Unidos y Carlita de Estambul, cuyos principales escenarios suelen ser clubes sofisticados de Ibiza y otros lugares en Europa.
La aventura implicó tres horas para salir de la Ciudad de México debido al tránsito atroz equivalente al luto nacional por la muerte de Silvia Pinal, cuya memoria se honraba en el Palacio de Bellas Artes. El recorrido incluyó pasar por el legendario Avándaro, sitio del cual la historia del rock en México cuenta penas y glorias. Ni encueramiento, mariguaniza, ni degenere sexual, tampoco mugre, pelos, sangre ni muerte queda; de Avándaro solo persiste el mito, pues ahora luce altamente gentrificado, con casas que parecen mansiones. La sede del fest fue Valdelago, Valle de Bravo, un inhóspito bosque con escenarios pequeños e íntimos acompañados de una calidad de sonido extraordinaria, con luces sutiles que obligaban a estar inmerso en la fiesta e incluso a perder de vista a las renombradas figuras que se presentaron.
Antes de ver al acto estelar, tuvimos la oportunidad de explorar algunos otros elementos del contexto del festival. Resultó imperceptible la barrera del frío, el clima fue tolerable, pese a las bajas temperaturas que se auguraban. Deer Jade me cautivó con su deslumbrante modo de tocar así como de proyectar una enorme felicidad mientras, de a poco, la audiencia iba acercándose. Ver a Mita Gami en acción me dejó claro el por qué precedió a Coffee: sus sonidos incorporaron muchas percusiones e incluso leves cánticos de tinte religioso, excelente antesala. Ya entrados en el calor de la noche, con un cielo estrellado, en punto de la una cuarenta de la madrugada el mero mero se hizo presente en el escenario. Black Cooffe y Mita compartieron la mesa sagrada. Fueron entrelazando sus canciones hasta que el maestro con sobrado cariño se despidió de un joven DJ que se derretía de solo verlo.
El dios del house se ejecutó durante dos horas de gran parte de su trabajo musical. Entre el público se percibía el movimiento al ritmo de todas las percusiones posibles. Los asistentes bailábamos como sí fuéramos un corazón latiendo. Todos al mismo tiempo, al mismo beat. Por instantes tomar fotos entre la multitud resultaba imposible; el estabilizador de mi cámara parecía inexistente. El momento me hizo recordar la película Eden, filmada por Mia Hansen-Love. Dudo que el camino del señor Black Coffee haya sido fácil. Pienso en él como un sujeto audaz que ha sabido conducirse dentro de la escena musical más comercial garantizando sonidos por demás diversos a nivel cultural, enalteciendo la negritud y a todo un continente, dejándonos caer todo su poder.
También es imposible perder de vista la ola musical que nos ofrece África, como Jupiter & Okwess, de la República Democrática del Congo, o Mdou Moctar, quienes han visitado en los últimos meses nuestro país. Son este tipo de experiencias musicales las que dejan un poco de esperanza en cuanto a hacer patente la diversidad, la que se suele promover en los nichos intelectuales y académicos pero que día a día suele ser un batalla lejana de discursos. Que venga más música así, por favor. En fin, el acto estelar terminó su set sin tocar “Subconsciously“, pero con una autentica oda al house, de Francky Boissy, de nombre “House music capella“. Y yo me fui bailando, recordando la letra de una canción de Alejandro Paz que dice más o menos así: Aunque me quiebre la cadera voy a seguir bailando el house, el house…
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