Hoy bitcoin ha batido sus máximos de todos los tiempos, después de que el 6 de noviembre superara la marca anterior que era de unos 73.738 dólares por bitcoin, de marzo de 2024. Esto del máximo significa que todo el que haya comprado bitcoins –a cualquier precio, en cualquier momento– y todavía los mantenga está «ganando». Cuando hablamos de Bitcoin por primera vez en Microsiervos, allá por 2011, los bitcoin se compraban y vendían a 6 dólares. Ahora se compran y venden a 100.000 dólares.
Bitcoin se encuentra en lo que algunos llaman «subida libre»: nunca ha cotizado tan alto, ha batido todos los registros y no hay forma de saber hasta dónde puede llegar. Está, en el más estricto sentido del término, adentrándose en territorio inexplorado. Curiosamente, como suele suceder con estas cosas, la marca de «100.000» (dólares) es simplemente un número humanamente aleatorio por el hecho de que en base 10 es «redondo». En euros la cifra es distinta, y en binario serían 11000011010100000 dólares, que ya no suenan tan «redondos».
Sin muchos fundamentos con los que comparar –porque no es una acción, una moneda gubernamental ni un activo tradicional– los analistas intentan pronosticar si el siguiente hito será llegar a 120.000, 500.000 o directamente a la mítica barrera de 1.000.000 de dólares por bitcoin. ¿Es realista pensar en que una unidad de esta criptodivisa, por más que sea la más antigua, reconocida y dominante, pueda llegar al millón de dólares? Pues hay quien no se detiene ahí.
Hay que tener en cuenta que actualmente sigue habiendo una creciente demanda de bitcoins debido a diversos factores económicos y políticos y que, por diseño, la cantidad máxima de bitcoins que pueden existir está limitada a 21 millones. Ya se han minado (emitido) 19,7 millones pero solo se minan unos 450 bitcoins al día, cifra que se reduce a la mitad cada 4 años más o menos. Hay mucha demanda y muy poca oferta, porque cada vez más poseedores se dedican a hodlear («mantener», en el sentido humorístico de bitcoin) sus cibermonedas.
El estado de Bitcoin
Bitcoin está viviendo un momento dulce en los últimos años. Su mercado ha madurado y ha acercado una nueva forma de entender la economía a muchas personas, aunque hay quien piensa que lo hace de aquella manera. En cierto modo es como «oro digital», pero un oro que se puede transmitir por los tubos de internet de forma casi instantánea. No tiene los mismos problemas de «portabilidad» y resulta razonablemente seguro*. Además, es superior a otras criptomonedas, a las que los bitcoiners maximalistas consideran pura basura (shitcoins) tal vez con la excepción de Ethereum, que podría acabar siendo como la «plata digital», distinta del oro y menos valiosa.
La red de bitcoin no se ha caído ni un minuto desde 2013 –no hay banco ni sistema de pagos que haya resistido tanto– y ha demostrado una gran resiliencia a ataques de todo tipo. En los últimos tiempos han surgido soluciones de «segunda capa» como la Lightning Network para que los micropagos sean más rápidos y baratos. Recordemos que las transacciones en bitcoin necesitan unos 10 minutos para ser incluidas en uno de los bloques que pasan a constituir la cadena de bloques (blockchain) global. Además de eso, necesitan unos 6 bloques (60 minutos) para verificarse, dándose por válidas, finales e inmutables, aunque hay quien se conforma con entre 1 y 3 bloques (10 a 30 minutos). Hay soluciones para mejorar todo esto, como las llamadas segundas capas o capa 2, que son como llevar algo de calderilla en la cartera en vez de tener que hacer cita previa y cola en el banco cada vez que se necesita sacar dinero para comprar algo.
Todo esto hace que, como el oro, bitcoin sea hoy en día algo práctico principalmente para manejar grandes cantidades de dinero o atesorarlo a largo plazo (como «reserva de valor»). Está un poco lejos de su intención inicial, que como se dice en su documento fundacional, un white paper, es ser «un sistema de efectivo electrónico para pagos entre iguales».
Desafíos actuales y futuros para Bitcoin
En la actualidad hay mucha gente interesada en Bitcoin como alternativa al dinero fiduciario, esto es el «dinero de toda la vida» que los países emiten a través de sus bancos centrales devaluando artificialmente su moneda y causando el efecto de la inflación. Es algo para lo que los gobiernos no tienen límite –de hecho ya no necesitan ni metal ni papelitos– mientras que las reglas de Bitcoin están mucho más claras desde el principio: sólo habrá 21 millones, y punto.
También hay quien cree erróneamente que sólo se puede invertir comprando bitcoins «enteros», pero lo cierto es que cada bitcoin se puede dividir en 100 millones de unidades más pequeñas (llamadas satoshis, similares a los céntimos de euro o de dólar) cuya equivalencia es mucho más manejable. También es común no tener ni idea de cómo comprar bitcoins, cuando es tan fácil como ir a algunas casas de cambio (exchanges) reguladas y fiables que hay en España o en otros países europeos, darse de alta, hacer una transferencia para disponer de fondos y lanzar una orden de compra.
El hecho cierto e innegable es que todos estos procesos son todavía complicados y tienen mucha fricción. Pero es que esto no es Paypal ni la tarjeta Ikea Family. ¿Por qué verifican mi teléfono móvil? ¿Por qué tengo que identificar mi rostro con una foto o un vídeo? ¿Para qué quieren copia por las dos caras de mi DNI y mi pasaporte? La gente no entiende bien cómo funciona bitcoin, ni por qué tiene que dar tantos datos personales, ni si su dinero estará seguro una vez convertido en una serie de bits almacenados en una dirección que es un galimatías más difícil de recordar que los correos electrónicos. Por no hablar de lo complicado que resulta manejar una cartera fría (cold wallet), que es lo más recomendable si la cantidad que se atesora es importante.
Todo eso sin hablar de la inevitable gota de sudor frío que recorre la frente al pulsar Intro pensando en que algo puede haberse hecho mal y que los bitcoins desaparezcan. Se cree que unos 3 ó 4 de los 21 millones de bitcoins se han perdido para siempre por las más peregrinas razones.
Bitcoin tendrá que superar esos problemas y otros que preocupan a los más avezados: la cuestión de que sólo sea pseudo-anónimo, para los más celosos de su privacidad; su excesiva glotonería de energía, que preocupa sobre todo a los más concienciados con el medio ambiente; o la mala fama que tiene por haber sido usado para la compra de productos y servicios ilegales… cuando en comparación se usan miles de veces más los vulgares dólares de Estados Unidos para exactamente lo mismo, como es obvio.
Mientras tanto, no está mal que todo el mundo aprenda algo más sobre cómo funciona el dinero, cómo funciona Bitcoin y cuáles son algunos de los aspectos de su filosofía, con la que se puede estar de acuerdo, o no, o parcialmente, pero que es apasionante conocer: descentralización, libertad económica sin restricciones, transparencia, autocustodia, gobernanza… la lista de temas es larga.
La mayor amenaza a la que probablemente se enfrentará Bitcoin no serán los ordenadores cuánticos –que ni son para eso ni se los espera– sino otras criptomonedas, en concreto las CBDC (monedas digitales de los bancos centrales) que incluyen al Euro Digital. Hay quienes creen que la única forma que tendrán los gobiernos de controlar Bitcoin será prohibirlo legalmente, imponer sus nuevas CBDC y por extensión su autoridad económica. Pero, como suelen decir los hackers y cypherpunks cuando se les plantean estos desafíos y amenazas: ya veremos.
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* Esa seguridad va asociada con dos cuestiones. (1) La custodia personal, porque no se recomienda confiar los bitcoins a terceros, incluyendo las casas de cambio o las empresas especializadas. La regla de oro al respecto, en inglés, es «Not Your Keys, Not Your Coins» = «si no tienes las claves, no son tus monedas». (2) La responsabilidad total en la autocustodia pues si hay algún fallo –se olvidan o pierden las contraseñas, un hackeo, o la temible aplicación del criptoanálisis con la manguera de goma– supone todo un problema: no habrá manera de recuperar esos bitcoins. Eso es algo que ya ha sucedido y más de una vez.