4.5
Reviewer
A finales de lo 90 y mediados de los 2000, no había estrella pop masculina más grande en nuestro país (de habla inglesa, lo dejo en claro) que Robbie Williams. Yo estuve ahí, cautivo desde niño por lo excéntrico de sus videos y lo divertido de esta persona bromista y provocadora que siempre salía en los medios. Pero, ¿y si todo esto no apelaba a una honestidad artística sino a un personaje que ocultaba a un hombre temeroso? De esto va Better Man, musical dirigido por Michael Gracey, autor de The Greatest Showman, quien busca desnudar este lado sensible del cantante. Y para su suerte, él se desnuda siempre en la primera cita.
Con la actuación de Jonno Davies en el papel principal y con el artista británico fungiendo de narrador, encontramos una película que desborda encanto y actitud a cada instante, incluso el suficiente para cubrir los defectos en su narrativa. Aplica a la perfección su mantra: “sí es una mierda, tiene que ser tu mierda”.
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“Mi nombre es Robbie Williams, esta es mi banda y durante las siguientes dos horas, su trasero será mío!”: De qué va Better Man
Encarnado por un chimpancé (ya que según el cantante, es la percepción que tiene de si mismo), conocemos a Williams desde sus humildes orígenes al norte de Inglaterra, su paso por la boy band Take That hasta llegar a su consagración como solista. Sin embargo, ninguna de estas etapas le son sencillas debido al gran antagonista de su vida: él mismo. Un vago, como él se describe, que consiguió su anhelada fama y riquezas pero que debe aprender a lidiar con todas sus inseguridades y conflictos internos.
La película abre con una advertencia del propio Robbie: “estoy por darles un gran entretenimiento”, promesa bien cumplida desde el instante en que vemos a un pequeño mono CGI intentando jugar fútbol en las frías calles inglesas a mediados de los 80. Sin seguir una cronología en sus lanzamientos, las canciones se presentan en una estructura similar a la vista en Rocket Man donde cada una aborda el estado de ánimo correspondiente a la secuencia.
En ese apartado, es donde más luce el filme. Cada número es increíble, gustes o no de su música. El manejo de la cámara, envuelto por una textura muy nostálgica con su grano reventadísimo y un juego de luces lleno de flare en clara representación de la búsqueda de Robbie por vivir bajo los reflectores, es excelente. Tan solo el plano secuencia de Rock DJ en su set de las calles londinenses, aún con sus ligeras trampas, es de los mejores que haya recibido la historia del cine en años recientes. Y para nada se quedan atrás las secuencias de “Let Me Entertain You” o “Come Undone” pero dejaré espacio para la sorpresa.
Más allá del cabaret, lo valioso de la cinta es su reflexión sobre la fama. Los kilos de cocaína, las cantidades bestiales de comida chatarra y litros de alcohol, no son nada comparados a su mayor adicción en la vida es el reconocimiento, fuerza antagónica de su mayor debilidad: él mismo.
A lo largo de Better Man, lo vemos lidiar con sus propios demonios, el enorme odio que siente hacia su persona, las inseguridades hacia su físico, su talento y relevancia, mismas que lo llevan a opacar cualquier evento significativo en su vida. Se plantea una distinción entre quien es Robert, el jocoso y ambicioso chico salido de la nada y quien es Robbie, el personaje creado por y para satisfacer las demandas de la industria. Es evidente que solo entra a Take That para acariciar la gloria, no por una verdadera convicción, menos cuando su modelo a seguir son los rostros del Rat Pack (Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr.).
Esta confrontación con su persona, inmersa en el disfraz de soberbia, escala todo el tiempo y tensa a la perfección el drama, a la par de ser un desafío para alcanzar la grandeza de sus dioses para ser un héroe que haga a la gente olvidar sus problemas.. Porque sus decisiones afectan a todos a su alrededor, incluidas su madre y abuela, amigos y el amor que encuentra en los brazos de Nicole Appleton. Es aquí donde el director apela de nueva cuenta al concepto de la máscara, la idea de un rostro distinto que mostramos hacia cada persona en afán de defender nuestra identidad. Claro está, aquí la metáfora trasgrede al obvio recuerdo del chimpancé aunque funciona muy bien.
El mejor diálogo que engloba la sensación general del filme es el siguiente: “¿Cómo no puedes saber quien eres si hay miles de personas allá afuera gritando tu nombre?“. Hermoso y trágico, un cuestionamiento serio de que nos trae la verdadera felicidad en nuestras vidas,¿Es el glamour del estrellato o compartir una bolsa de papas frente a la televisión con tu abuela? Es un mensaje poderoso y universal, aún cuando sabes tal cual lo que pasará en cada momento.
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La verdad sea dicha: el guión de Better Man destaca por ser excesivamente convencional. Si bien las sorpresas llegan con lo vistoso de cada número musical o los divertidos diálogos, el viaje que emprende es predecible de principio a fin. Un camino clásico de ascenso, caída y redención, con todos los elementos que conlleva: los triunfos, los excesos, la necesaria vuelta a la realidad para comprender los errores cometidos y la cúspide posterior, ganada a través de la sabiduría obtenida.
Lo mismo con relaciones que quedan sin profundizar bien, como aquella con su amigo de la infancia o junto su inseparable compañero de composición, Guy Chambers. Una estructura demasiado sosa para lo ambicioso de su puesta en escena. Pero aquí entra una parte meramente subjetiva al texto.
Fue muy difícil ser crítico con esta película y va en relación a la bella naturaleza aleatoria de la vida que pone en tu camino ciertas obras cuando menos lo esperas. Hay mensajes que llegan cuando los necesitas y ese fue el caso que atravesé aquí. Esto me lleva a extenderte una invitación más obligada a verla si te encuentras en cierto ocaso de tu vida o no encuentras la forma de gritarle al mundo sobre tus infiernos personales. Créeme, es una gran catarsis.
Reflexión a un lado, Better Man es un excelente musical, noble de espíritu, divertido en su ejecución y para sus seguidores, un buen recorrido a los éxitos clave en su discografía. El trabajo de efectos especiales es alucinante y aunque al principio no aprovecha esta cualidad simiesca de su protagonista, el clímax justifica por completo esta decisión a nivel técnico, más allá del discurso planteado de la enfermedad mental de Williams. Hasta las breves apariciones de Liam y Noel Gallagher en su vida son de lo mejor, pura risa asegurada a costa de esos señores.
En todo el mundo ha sido un fracaso en taquilla pero no lo merece. Más deprimente ver aún como cierto otro musical deleznable se lleva todos los reflectores en esta temporada de premios y no esta grata historia. Estrena de forma oficial hasta el 27 de febrero pero aprovecha las funciones de preestreno que abrió Cinépolis en todo el país. Corre a verla.