Desde Alien (1979), la historia del monstruo galáctico ha servido como metáfora para criticar el capitalismo rapaz de la historia contemporánea, teniendo como personaje más aterrador a la megacorporación Weyland-Yutani. Lo que importa es la ganancia, los porcentajes y el control absoluto del mercado; la parte humana siempre es descartable mientras no funcione como medio para cumplir los fines de la empresa.
En Alien Romulus (2024), Fede Álvarez, director y guionista de la nueva entrega de la saga, retoma ese espíritu y lo inserta directamente en el espectro de la generaciones millennial y Z. Aquí aparecen los trabajos precarizados, el endeudamiento, el no acceso a una vivienda propia y la migración como recursos de vida o muerte. No es gratuito que la tripulación de esta nueva aventura sea la más joven de todas las entregas. Y aunque si bien la cinta cuenta con todos los elementos del universo Alien, el director acomoda las piezas reconocidas por los seguidores de la saga de una forma excepcional, sin descuidar ese estilo tan personal del creador uruguayo que literalmente te mantiene en la orilla de la butaca.
Se agradece sin duda ese toque retro que tiene la película, dicho elemento sirve para reforzar su lugar cronológico en la saga, el cual se encuentra entre Alien (1979) y Aliens (1986). Otro factor clave es que se evitó el uso excesivo de efectos por computadora, desde los facehuggers y el Xenomorfo la textura de estos monstruos son de un realismo exquisitamente aterrador. Si la regla de oro de las sagas y franquicias es darle caramelos a sus seguidores para seguir avivando el mito, Alien Romulus cumple con este cometido y más. Simplemente imperdible.
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