Alex Anwandter: “Se me ha pasado esa cosa juvenil de tener rabia”

Ante un pletórico Lunario del Auditorio Nacional, el pasado domingo 25 de agosto Alex Anwandter mostró todo su talento al colocarse en la antesala de su consolidación con el público mexicano. Él mismo recuerda su primera visita a México en el ya extinto bar Caradura (éramos como veinte personas aquella noche) como algo lejano, pues ahora apunta hacia cosas más grandes; cada vez los venues le quedan más chicos. 

FOT:: Michelle Martínez

Con una banda en plan power trio (batería, bajo y guitarra) complementada por dos coristas y el mismo Alex en la voz  y una guitarra que aparecía ocasionalmente, por la noche veraniega cercana a Av. Reforma desfilaron canciones como “Siempre es viernes”, “Tormenta”, “Qué piensas hacer sin mi amor”, “Cómo puedes vivir contigo mismo” y el más reciente sencillo del chileno, “Dime precioso”, extraído del álbum con el mismo nombre.

Absolutamente nadie se quedó quieto en la cita de la capital mexicana, con esos beats y armonías vocales que tan bien maneja el ex-Teleradio Donoso, sabedor de que cuenta con un repertorio pleno de canciones de peso. De tal forma, el músico se dedicó a gozar y hacer gozar a sus fans, quienes ya lo consideran un referente en la escena dance del pop latinoamericano. 

Previo a su actuación en el Lunario, tuvimos la oportunidad de charlar con él acerca del gran momento que está viviendo y del lanzamiento de su nuevo disco. A continuación los resultados.

¿Qué tenías ganas de decir con este nuevo trabajo?

Justo quería expresar lo opuesto a mis discos anteriores, que están hechos bajo una temática establecida. Creo que este disco es menos grandilocuente, te puedo decir que tiene lecturas pero no mensajes. Creo que soy muy claro en lo que quiero decir.

¿Crees en las características que determinan a las generaciones? Te lo pregunto porque “Dime precioso” me parece una declaración de principios de la generación millennial.

En mi visión, una de las formas de crecer, envejecer y madurar es estar siempre abierto al mundo, más que decir “estos jóvenes ya no entienden nada”. En el caso de “Dime precioso” no sé si lo encuentro tan reflexivo en cuanto a lo millennial que puede ser. Estoy de acuerdo en que los millennials conforman la generación que tuvo peor calidad de vida comparándose con sus padres. Es una cosa rara, sentir que el mundo no está mejorando. “Dime precioso” para mí significa pillarme en el acto cotidiano de vanidad digital en un contexto del mundo desmoronándose.

Te sigues apoyando en la música electrónica, ¿cómo defines a la electrónica chilena?

Está muy influenciada por el house pop de principios de los noventa. En Chile a la música bailable no la separamos tanto de la música pop. Cosas tipo Haddaway, para revelarme full millennial. Nosotros crecimos disfrutando sin ese rollo de placer culpable que en otros países como México y Argentina tuvo lugar, pues se le veía como música basura. Para nosotros fue muy real.

¿Corazones de Los Prisioneros sería un buen ejemplo?

Corazones hizo una síntesis necesaria. Tiene cosas de house mezcladas con balada latinoamericana. La introducción de “Estrechez de corazón” es una idéntica a una de Camilo Sesto y casi nadie habla de eso. Por supuesto, parte del crédito lo tiene también Gustavo Santaolalla, porque incluye esa visión panamericana de lo que se podía hacer con la música pop de aquella época.

Viviste un tiempo en Los Ángeles y ahora lo haces en Nueva York. ¿Cómo afecta la ciudad donde resides al momento de hacer música?

En lo personal, me afecta más el clima que la ciudad, Nueva York tiene un invierno de mierda, no hay otra palabra para describirlo, y lo sufro un montón. Esas temperaturas de menos 20 grados sí que me afectan. En cambio, cuando vivía en Los Ángeles era lo opuesto: 360 días de sol. Me levantaba y decía “¡Ah! otro día hermoso”, y me sentía bien. Ahora la vida me ha llevado a Nueva York, que es una ciudad muy entretenida y estimulante, con gente genial. Eso es precisamente lo que me gusta de allí, la cantidad de gente que uno conoce, es una ciudad muy sociable.

Eres parte de la generación musical  chilena de principios de los dosmiles. Javiera Mena, Gepe y tú. ¿Qué los une y qué los separa?

Nos unió una manera de pensar en la música, muy libre en términos de identidad musical. Pareciera que no es relevante, pero para mí sí lo es en el sentido de que venimos de un país muy lejano con una industria musical totalmente colapsada, y eso se tradujo en música distinta. Teníamos una visión compartida de lo que es la música pop en Chile. Con Javiera me unió nuestro gusto por Burt Bacharach, no me imaginaba que a alguien en Chile le gustara algo así, mi compositor preferido. En el caso de Gepe, creo que hay una diferencia porque él optó por explorar el folclor chileno y latinoamericano para mezclarlo con la electrónica. 

Rebeldes fue un disco importante para ti en México. ¿Cómo se transforma la rebeldía con los años?

No muta mucho, sigo siendo bastante rebelde. Me pasa cuando alguien me sugiere ir hacia un lado en específico, tiendo a irme al lo contrario. Lo que sí se me ha pasado es esa cosa juvenil de tener rabia con muchas cosas, he aprendido con el tiempo a disfrutar de la vida. Desde no hacer nada, ir a la playa. Incluso cuando trabajo mis discos… ahora lo disfruto mucho más, antes sufría haciéndolos. 

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