El metal argentino no se explica solo con riff tras riff ni con la distorsión de las guitarras resonando en escenarios abarrotados; se entiende a través de los caminos que abrieron quienes lo tocaron primero y lo llevaron más lejos. En un país donde el rock siempre tuvo un lugar en la conversación cultural, el metal encontró su propia voz, áspera y directa, a finales de los 80 y principios de los 90. Dos nombres emergen cuando se recorre esa línea de tiempo: Rata Blanca y Hermética. No son solo bandas; son puntos de partida que definieron cómo se vive y se escucha el género en Argentina, cada una trazando una ruta distinta pero igual de crucial.
Hablar de ellas es meterse en los barrios de Buenos Aires, en los recitales de cemento y sudor, en los cassettes que pasaban de mano en mano. Rata Blanca llevó el metal a los grandes reflectores, a estadios que vibraban con miles de gargantas coreando, mientras Hermética se mantuvo en las trincheras, hablando el idioma de quienes buscaban en la música algo más que entretenimiento. La elección de estas dos no es caprichosa: sus trayectorias, sus discos y la manera en que influyeron en lo que vino después las colocan en un lugar aparte, como piezas que no solo armaron el rompecabezas del metal local, sino que lo agrandaron.
Rata Blanca: el metal que cruzó fronteras
Formada en 1985, Rata Blanca apareció cuando el heavy metal clásico todavía tenía eco global, y lo tomó como base para construir algo propio. Con Walter Giardino al frente, la banda mezcló la velocidad y los solos virtuosos con melodías que se pegaban al oído, una fórmula que no tardó en dar frutos. Magos, espadas y rosas, lanzado en 1988, no fue solo un disco; fue una carta de presentación que los llevó de los clubes porteños a giras por México, España y más allá. «Mujer amante» y «La leyenda del hada y el mago» se convirtieron en temas que cualquiera podía tararear, incluso sin haber pisado nunca un recital.
Lo que los distingue no es solo la música, sino cómo lograron que el metal argentino sonara en lugares donde el género apenas empezaba a asomar. El show de 1991 en el estadio de Vélez Sarsfield, con más de 30 mil personas, marcó un antes y un después: demostraron que el metal podía llenar espacios masivos sin perder su esencia. Décadas después, siguen tocando, adaptándose a los años pero manteniendo esa chispa que los hizo grandes. Rata Blanca no solo abrió puertas; las dejó abiertas para que otros pasaran.
Hermética: la voz de los márgenes
Hermética, en cambio, llegó desde otro ángulo. Nacida en 1987 tras la ruptura de V8, con Ricardo Iorio como motor, la banda tomó el heavy metal y lo bajó a la calle. Sus letras no hablaban de dragones ni castillos; contaban historias de laburantes, de bronca, de una Argentina que crujía bajo el peso de sus propias contradicciones. Ácido Argentino (1991) es el reflejo perfecto de eso: canciones como «Tú eres su seguridad» o «Gil trabajador» eran retratos cantados de una realidad que muchos vivían pero pocos nombraban.
Aunque su recorrido fue corto, disolviéndose en 1994, su peso se siente en lo que dejaron atrás. De sus cenizas surgieron Almafuerte y Malón, proyectos que tomaron la posta y siguieron empujando esa visión del metal como espejo social. Hermética no buscó estadios ni titulares; se quedó cerca de su gente, en recitales donde el público era parte del sonido. Por eso su lugar en esta lista: porque le dio al metal argentino una raíz que no se negocia, un vínculo con los que lo escuchaban que pocas bandas replicaron.
Por qué ellas y no otras
Elegir a Rata Blanca y Hermética no es ignorar a pioneros como V8, que plantó la semilla, ni a nombres como A.N.I.M.A.L., que después exploraron otros terrenos. Pero el alcance de Rata Blanca, que puso al metal argentino en un mapa más amplio, y la profundidad de Hermética, que lo ató a una identidad local y cotidiana, las hacen únicas. Una apuntó al cielo con escalas y ambición; la otra se hundió en la tierra con verdades crudas. Juntas, muestran las dos caras de un género que en Argentina no solo sobrevivió, sino que encontró su propia manera de existir.