Las bandas de metal que marcaron la transición del franquismo a la democracia en España

La transición del franquismo a la democracia en España, un periodo que abarca desde la muerte de Francisco Franco en 1975 hasta la consolidación democrática a principios de los años 80, no solo trajo cambios políticos y sociales. También abrió las puertas a una revolución cultural que encontró en el rock duro y el incipiente heavy metal una voz para los anhelos, las frustraciones y la identidad de una generación. En un país que emergía de 40 años de censura y represión, estas bandas no solo desafiaron las normas establecidas, sino que forjaron los cimientos de una escena metalera que, aunque tardía frente a sus pares internacionales, dejó una huella imborrable. Este artículo explora a fondo las bandas que marcaron esa etapa de transformación, desde los últimos estertores de la dictadura hasta los primeros años de libertad, con un análisis histórico, musical y cultural optimizado para quienes buscan entender este fenómeno.


El contexto histórico: un país en ebullición

Para comprender el impacto de estas bandas, hay que situarse en el contexto de la Transición Española (1975-1982). La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 marcó el inicio de un proceso complejo. Según datos del historiador Javier Tusell en su obra La transición española a la democracia (1995), más de 500 personas murieron por violencia política en esos años, entre atentados de ETA, enfrentamientos con la policía y acciones de la extrema derecha. La aprobación de la Ley para la Reforma Política en 1976 y la Constitución de 1978 sentaron las bases de la democracia, pero el camino estuvo lleno de tensiones: el intento de golpe de Estado del 23-F en 1981 y la dimisión de Adolfo Suárez ese mismo año lo demuestran.

En este escenario, la música se convirtió en un reflejo de las ansias de cambio. Mientras la Movida Madrileña, con su pop desenfadado, dominaba los medios oficiales, el rock duro y el metal encontraron su espacio en los márgenes, especialmente entre la clase trabajadora y los jóvenes de los barrios periféricos. Bandas como Ñu, Leño, Coz, Barón Rojo y Obús no solo rompieron con el pasado, sino que dieron forma a una identidad sonora que aún resuena en la escena española.


Ñu: los pioneros que abrieron el camino

En 1974, cuando España aún vivía bajo el yugo del franquismo, José Carlos Molina fundó Ñu en Madrid. Su primer álbum, Cuentos de ayer y de hoy (1978), llegó en un momento clave: la censura se debilitaba y la juventud buscaba nuevas formas de expresión. El sonido de Ñu combinaba rock progresivo, influencias folk —con flautas y teclados— y guitarras con un peso que anticipaba el heavy metal. Temas como «El juglar» o «Preparan» mostraban una conexión con la tradición popular, pero también una actitud desafiante frente a las estructuras del pasado.

Según el propio Molina en una entrevista para Rock Estatal (2015), “éramos un grupo de barrio que quería hacer algo diferente, algo que no sonara a lo que imponían”. Aunque Ñu no encaja del todo en la definición estricta del metal, su influencia fue crucial. Revistas como Kerrang! han reconocido su papel como precursor de bandas más pesadas, y su longevidad —siguen activos hoy— demuestra su relevancia. Durante la Transición, Ñu representó el puente entre el rock underground de los 70 y el metal que explotaría en los 80.


Leño: el rock urbano que preparó el terreno

Formada en 1978 por Rosendo Mercado, Ramiro Penas y Chiqui Mariscal, Leño irrumpió con un estilo que mezclaba hard rock y rock urbano. Su álbum debut homónimo de 1979, producido por Teddy Bautista, incluía canciones como «Este Madrid» y «El tren», que capturaban la vida de los barrios obreros en una España en transformación. Aunque no eran una banda de heavy metal puro, su crudeza y honestidad sentaron las bases para el género.

Rosendo, en una entrevista con Rolling Stone España (2008), explicó: “Hacíamos música para la gente como nosotros, los que no salían en los periódicos”. En 1980, Más madera consolidó su sonido, pero fue ¡Corre, corre! (1982) —con el himno «Maneras de vivir»— el que los inmortalizó. Leño se disolvió en 1983 tras un concierto mítico en el Parque del Oeste de Madrid, pero su legado inspiró a generaciones de músicos, incluidos los primeros metaleros españoles. En la Transición, fueron la voz de una clase trabajadora que vivía entre la esperanza y el desencanto.


Coz: el eslabón perdido del metal español

Coz, nacida a principios de los 70 en Madrid, evolucionó desde un rock más ligero hacia un sonido influenciado por el punk y el hard rock. Su single «Las chicas son guerreras» (1981) marcó un punto de inflexión, con riffs potentes y una actitud callejera que resonaba con la juventud postfranquista. Sin embargo, su mayor aporte al metal no fue su discografía, sino sus miembros: los hermanos Juan y Eduardo Márquez, junto a los futuros fundadores de Barón Rojo, Carlos y Armando de Castro, pasaron por sus filas.

El periodista musical Eduardo Izquierdo, en su libro Coz: La banda que pudo reinar (2019), destaca que “Coz fue un taller donde se forjaron ideas y músicos que luego darían forma al heavy metal español”. Aunque nunca alcanzaron el éxito masivo, su papel como puente entre el rock de los 70 y el metal de los 80 es innegable. En la Transición, Coz reflejó la experimentación de una escena que buscaba su lugar en un país en cambio.


Barón Rojo: el despegue del heavy metal español

Si hay una banda que simboliza la llegada del heavy metal a España, esa es Barón Rojo. Fundada en 1980 por los hermanos De Castro tras salir de Coz, junto a Sherpa y Hermes Calabria, debutaron con Larga vida al rock and roll (1981). Pero fue Volumen brutal (1982), grabado en los estudios de Ian Gillan en Londres, el que los catapultó. Canciones como «Los rockeros van al infierno» y «Resistiré» se convirtieron en himnos de una generación que celebraba la libertad democrática.

Barón Rojo no solo triunfó en España: su gira internacional los llevó al festival de Reading en 1982, compartiendo cartel con Iron Maiden. Según el crítico musical Salvador Domínguez en Bienvenidos al infierno (1997), “Barón Rojo demostró que el metal español podía competir a nivel global”. En el contexto de la Transición, su éxito reflejó la apertura de España al mundo tras décadas de aislamiento bajo Franco. Aunque surgieron al final del periodo, sus raíces en los 70 y su explosión en los 80 los convierten en un símbolo de esa transición cultural.


Obús: la potencia de la nueva democracia

Obús llegó en 1981 con Prepárate, un debut que trajo un heavy metal más directo y agresivo. Liderados por Fortu Sánchez y Francisco Laguna, temas como «Va a estallar el Obús» y «Cállate» ofrecían riffs contundentes y letras que criticaban la marginación del rock duro frente a la Movida Madrileña. Su segundo disco, Poderoso como el trueno (1982), reforzó su estilo visceral.

El periodista Jesús Ordovás, en Historia del rock español (1987), señala que “Obús representó la contracultura frente al optimismo oficial de los 80”. En un momento en que la democracia se consolidaba —pero con heridas abiertas, como el 23-F—, Obús canalizó la rabia de quienes sentían que la libertad aún estaba en disputa. Su imagen de cuero y su sonido atronador los convirtieron en estandartes del metal español en sus primeros años.


El impacto cultural del metal en la Transición

El heavy metal en España no nació aislado. Durante el franquismo, el rock estaba restringido por la censura, pero la muerte de Franco abrió una grieta por la que se colaron influencias de Black Sabbath, Deep Purple y Judas Priest. Bandas como Ñu y Leño fueron el germen; Coz, el enlace; y Barón Rojo y Obús, la explosión. En un país donde la Movida Madrileña acaparaba la atención mediática, el metal se asentó en los barrios obreros, los clubes pequeños y las salas de extrarradio.

El sociólogo Héctor Fouce, en El futuro ya está aquí (2006), argumenta que “el rock duro y el metal dieron voz a quienes no se identificaban con el hedonismo de la Movida”. En la Transición, estas bandas no solo hicieron música: fueron parte de un movimiento que buscaba romper con el pasado y construir algo nuevo. Su legado sigue vivo en la escena actual, con festivales como el Leyendas del Rock rindiendo homenaje a esos años fundacionales.


Conclusión: un eco que no se apaga

Las bandas de metal que marcaron la transición del franquismo a la democracia en España —Ñu, Leño, Coz, Barón Rojo y Obús— no solo definieron un género, sino que reflejaron un país en transformación. Desde los últimos días de la dictadura hasta los primeros pasos de la libertad, su música fue un grito de rebeldía, identidad y esperanza. Hoy, más de cuatro décadas después, su influencia sigue resonando en la escena metalera española, un recordatorio de cómo el arte puede florecer incluso en tiempos de incertidumbre.


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