A principios de los años 90, el metal, que había dominado la escena musical en la década anterior, se encontró con un enemigo inesperado: el grunge. Este nuevo movimiento, nacido en Seattle y encabezado por bandas como Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains, irrumpió con un sonido crudo y una actitud antiestética que contrastaba con la grandilocuencia del metal de los ochenta. De un momento a otro, las bandas que llenaban estadios y aparecían en la rotación constante de MTV fueron desplazadas por músicos vestidos con camisas de franela y letras introspectivas. Pero, ¿realmente el grunge estuvo a punto de acabar con el metal?
Cambio de paradigma: la caída del glam y el ascenso del grunge
Durante los años 80, el metal se diversificó en múltiples vertientes, pero el glam metal fue el subgénero que dominó la industria musical. Bandas como Mötley Crüe, Poison y Ratt estaban en la cima, con un sonido accesible y una imagen exagerada que se alineaba perfectamente con la era de los excesos. Sin embargo, para finales de la década, la sobreexposición y la saturación del género comenzaron a pasar factura.
Fue en este contexto que el grunge apareció como un contrapunto brutal a la artificialidad del hair metal. La actitud desenfadada y depresiva del grunge resultaba más auténtica para una nueva generación que veía con recelo los excesos del rock de estadio. Cuando Nirvana lanzó Nevermind en 1991, el impacto fue inmediato: la juventud abrazó su sonido áspero y su discurso de desencanto, y la industria discográfica se volcó rápidamente hacia el nuevo fenómeno.
El golpe a la escena del metal
A medida que el grunge ganaba popularidad, la industria musical empezó a retirar su apoyo a muchas bandas de metal. MTV, que hasta hacía poco había sido un pilar para la difusión del heavy metal, empezó a reducir el espacio para el género en favor del nuevo sonido alternativo. Grandes nombres del metal tradicional vieron una disminución en la promoción y las ventas de sus discos. Bandas como Dokken, Skid Row y Warrant quedaron en el olvido, mientras que incluso gigantes como Metallica o Megadeth sintieron la presión de evolucionar su sonido para no quedar fuera del mercado.
Incluso el thrash metal, que había sido un pilar del metal extremo en los 80, sufrió un golpe. Aunque bandas como Slayer, Pantera y Sepultura lograron mantenerse, muchas otras agrupaciones vieron una caída en su popularidad. El público parecía haber cambiado sus preferencias y el metal pasó de ser el género dominante a un nicho reducido dentro de la música pesada.
Resistencia y evolución: el metal no murió
Aunque el impacto del grunge fue significativo, el metal nunca desapareció por completo. A mediados de los 90, el género comenzó a reinventarse y diversificarse aún más.