Las noches en Jazzorca siempre son promisorias, pero nunca sabrás cuánto hasta el final del primer set. Allí, a manera de resumen, se externan las primeras conclusiones, un tanto apresuradas. Lo importante es llegar al final, a la conclusión. Y hoy ésta es unánime al ver a Rodrigo Ambriz (vox, fx’s, juguetes), Gibrán Andrade (batería) y Germán Bringas (piano y saxos alto y soprano). Hay nutrido público y al parecer, con mucha expectativa.
I
¿Cuánto tiempo necesita un trío de músicos que han tocado en varias ocasiones juntos y mostrado envidiable comunicación para convencer? Primero, ninguno de estos tres, por separado, necesita convencer a nadie de su valía; segundo, juntos todavía menos. Quienes los hayan visto seguro saben de lo que hablo. Sin embargo, y tal vez para erradicar las dudas, Andrade (izquierda), Ambriz (centro) y Bringas (derecha) se toman menos de dos minutos para decirnos que se trata de tres tipos de cuidado.

Esa primera improvisación es rápida, una ráfaga en la cual descargan de forma potente y energética una furia aparentemente contenida largo tiempo con vagas reminiscencias a Naked City. Los siguientes 30 minutos son devastadores. En momentos distintos, Germán tocará el alto y el soprano; Gibrán hará rápidos y contundentes solos, creará una delicada cama con sus percusiones mientras Bringas desliza suavemente los dedos por el piano y Rodrigo suelta algunos efectos que se entretejen de manera armónica con el resto.
El primer set es excitante. Si al principio prometía fuertes trepidaciones, éstas se cumplieron cabalmente, pero el trío también creó momentos de cierto reposo sin hacer a un lado esa vocación por el riesgo y la experimentación.

II
Si crees que una camiseta no dice nada, tal vez deberías de reconsiderarlo, porque hoy Germán Bringas y Rodrigo Ambriz hacen con las suyas contundentes afirmaciones. El primero nos recuerda a Peter Brötzmann y su emblemático Machine gun; el segundo, hace nuevamente explícito su gusto por las formas extremas del metal.
Tal vez algo de Brötzmann aparece en el segundo set, en espíritu, pero no en sonido. De black metal de Profanatica, la banda en la camiseta de Ambriz, no obstante la energía desplegada tampoco, aunque cuando Ambriz hace sus melismas, cantos, invocaciones, éstas son tan crípticas e indescifrables que se antojan conjuros, fórmulas secretas a medio proferir que cumplen la función de inmovilizar a quien las escuche. Este efecto lo complementa Andrade, quien sabe ser discreto, replegarse y acompañar, para luego liderar momentáneamente.

Es complicado describir lo acontecido hoy en Jazzorca. El trío posee una comunicación pasmosa, cualquiera pensaría que han ensayado varias ocasiones. Cierto, debieron haber trazado algunas líneas sobre las cuales discurre la noche, pero éstas se “fragmentan”, “desvían” y son retomadas con una mirada de Bringas o al menos eso parece. Suena a cantaleta, pero es frecuente salir de Jazzorca una vez concluida la sesión y decir que esa noche ha sido una de las mejores en los últimos 12 meses. Esta noche, La Santísima Trinidad (Andrade, Ambriz, Bringas) reventó todas las quinielas posibles, resquebrajó cualquier expectativa y los asistentes, paralelamente, alcanzaron momentos épicos.
Siempre es así, esta es la mejor noche hasta que llega otra… aunque tal vez, solo tal vez, para que eso suceda pasará mucho tiempo. No importa, en un año o menos, algo de lo escuchado hoy lo encontraremos en un disco, porque a sabiendas de que la noche apuntaba para ser memorable, el trío decidió grabarla.

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