El metal en España lleva décadas gestándose en los márgenes, entre salas pequeñas y una escena que, aunque no siempre bajo los reflectores globales, bulle con ideas que desafían lo predecible. Mientras el mundo fija su atención en los titanes escandinavos o americanos, aquí, entre el Mediterráneo y el Atlántico, hay bandas que tejen universos propios con cuerdas, baquetas y gargantas. No se trata de nombres que llenen titulares de revistas mainstream ni de los sospechosos habituales que copan las listas de siempre. Esto es otra cosa: propuestas que sacuden el cerebro, que te obligan a escuchar dos veces para captar todo lo que está pasando.
La selección que sigue no busca complacer a los nostálgicos ni repetir fórmulas gastadas. Son cinco proyectos que, desde distintos rincones de la península, rompen el molde con discos que parecen mapas de mundos imposibles. Hay técnica, sí, pero también una chispa que va más allá de las escalas rápidas o los blast beats. Estas bandas piensan en grande, tejiendo letras que abren puertas a paisajes mentales inesperados, desde galaxias lejanas hasta abismos personales. Si el metal es un vehículo para explorar lo que no se ve, estas son las naves que te llevan más lejos.
Lethargus: El lienzo emocional del power progresivo
En el cruce entre el power metal y el progresivo, Lethargus traza un sendero que no se conforma con galopar sobre riffs predecibles. Desde Madrid, esta banda convierte cada canción en una escalera de caracol hacia lo íntimo y lo grandioso. Temas como “Más de mil años” o “La noche más oscura”, sacados de discos como Eclectia y Origen, mezclan melodías que atrapan con cambios de ritmo que exigen atención. Las letras no son solo un adorno: cavan en la memoria, el tiempo y las sombras del ser. El resultado es un sonido que te empuja a visualizar historias de resistencia y pérdida, como si cada acorde pintara un cuadro en movimiento.
Trallery: Thrash que respira y muta
Baleares no solo exporta playas; también da vida a Trallery, un trío que coge el thrash metal y lo retuerce hasta que suena a algo nuevo. Escuchar Spiritless es como entrar en un taller donde las piezas se ensamblan a martillazos, pero con una lógica que solo ellos entienden. Los riffs cortan como vidrio, y los cambios de tempo te mantienen alerta. No hay postureo ni reverencia ciega al pasado aquí: las letras tocan fibras de caos y reflexión, dejando espacio para que imagines mundos al borde del colapso. Es thrash, sí, pero con un cerebro que no para de girar.
Wormed: Viaje sónico al vacío cósmico
Wormed no hace música para quienes buscan confort. Este grupo madrileño lleva el brutal death metal técnico a un terreno que parece escrito por un físico loco. En Krighsu, con canciones como “Tautochrone”, las guitarras y la batería construyen un torbellino que podría ser la banda sonora de un agujero negro. Las letras, cargadas de jargon extraterrestre y visiones de otros planos, te plantan en medio de un universo que no puedes tocar, pero sí sentir. La precisión quirúrgica de su ejecución no es solo un alarde: es el combustible de una maquinaria que te lleva a los confines de lo imaginable.
Teitanblood: El caos como arquitectura
Teitanblood no pide permiso ni ofrece explicaciones. Su black/death metal, como se escucha en The Baneful Choir, es un alud de ruido y texturas que te arrastra sin contemplaciones. Desde Madrid, este proyecto convierte la distorsión en un idioma propio, donde cada tema suena como un ritual que alguien olvidó terminar. Las letras, densas y cargadas de imágenes torcidas, evocan escenarios que podrían ser el fin del mundo o su nacimiento. No es música para descifrar con prisas: es un lienzo oscuro donde tu mente tiene que poner las piezas que faltan.
Mutant Squad: Mitología en clave de thrash técnico
Galicia aporta a Mutant Squad, una banda que coge el thrash y lo lanza a un terreno donde la velocidad se encuentra con la mitología. Titanomakhia es un disco que suena a combate, pero no uno cualquiera: aquí hay dioses y titanes chocando bajo un cielo que se parte en dos. Los riffs serpentean entre patrones que no se repiten por capricho, y las letras te hacen pensar en batallas que trascienden el tiempo. Es una propuesta que no se estanca en lo obvio, sino que te invita a reconstruir sus historias con cada escucha.
Estas cinco bandas no solo tocan metal: lo desarman y lo vuelven a montar con piezas que no sabías que podían encajar. Son elecciones que premian al oyente curioso, al que no se conforma con lo que ya conoce. Si las pones a sonar, no esperes quedarte en el mismo lugar: cada una, a su manera, te saca de la órbita y te lanza a territorios que vale la pena explorar. Escucharlas es un acto de descubrimiento, y eso, en el metal, es lo que mantiene el fuego vivo.