5 bandas de metal que son una joya y se sumergen en varios subgéneros

El metal ya no cabe en una sola palabra. Lo que empezó como un puñetazo en los 70 se ha convertido en un laberinto de sonidos que no respetan etiquetas ni fronteras. Hoy, un disco puede arrancar con un riff que te empuja contra la pared y cerrar con una melodía que suena a fogata en medio del bosque. Las bandas que valen la pena en 2025 son las que se mueven entre esos extremos, las que cogen pedazos de subgéneros y los ensamblan sin manual de instrucciones.

Por eso esta lista. Aquí van cinco nombres que no se quedan quietos, que saltan de un estilo a otro y lo hacen con una naturalidad que te hace olvidar las reglas. Cada una tiene su lógica, su motivo para estar aquí, y lo que sigue es una disección de por qué merecen que les prestes atención.

Myrkur

Amalie Bruun llegó en 2014 con un EP que llevaba su nombre de proyecto, Myrkur, y un plan que no muchos vieron venir: unir black metal con folk escandinavo. «M» (2015) te mete en un torbellino de gritos y riffs que se cruzan con coros que parecen flotar sobre un lago helado. Luego, «Folkesange» (2020) deja el metal atrás y se va de cabeza al folk, con nyckelharpa y poemas antiguos como brújula. «Spine» (2023) regresa a un black metal atmosférico, pero más limado, con un pie todavía en esas raíces nórdicas. Myrkur funciona porque no forza nada; cada giro es un reflejo de lo que Bruun lleva dentro.

Alcest

Neige puso a Alcest en el mapa mezclando black metal con shoegaze, y desde «Souvenirs d’un Autre Monde» (2007) no ha parado de ajustar la receta. «Spiritual Instinct» (2019) tiene momentos que te sacuden con blast beats y otros que te envuelven en capas de guitarra que podrían sonar en un sueño. No es solo que junte dos mundos; es que los hace encajar como si siempre hubieran estado juntos, dejando que la furia y la calma se turnen sin tropezar.

Agalloch

Agalloch salió de Portland en los 90 con la idea de que el black metal podía ser más que ruido y velocidad. «The Mantle» (2002) lo demuestra: riffs que pintan un invierno eterno se encuentran con violonchelos y guitarras acústicas que traen el folk al frente. Hay doom en cómo se arrastran algunos compases, post-metal en cómo las canciones se estiran como un horizonte que no termina. La banda coge esos hilos y los teje en algo que suena a caminar por un sendero cubierto de nieve.

Ulver

Ulver es un acertijo que empezó en Noruega con «Bergtatt» (1995), un disco de black metal mezclado con folklore que te lleva a un bosque oscuro. Pero no se quedaron ahí: «Perdition City» (2000) se mete en ambient y jazz, y «The Assassination of Julius Caesar» (2017) juega con synth-pop y ecos de otra época. Cada paso suena diferente, pero hay un núcleo que los une, como si estuvieran escribiendo un diario que cambia de idioma con cada página.

Panopticon

Austin Lunn, desde Kentucky, armó Panopticon como un proyecto en solitario que mezcla black metal con el espíritu del folk americano. «Kentucky» (2012) lleva blast beats y gritos que chocan con banjos y letras sobre mineros y colinas. «Autumn Eternal» (2015) sigue esa idea, juntando la aspereza del metal con melodías que suenan a un atardecer en los Apalaches. Panopticon está aquí porque toma el black metal y lo cruza con algo tan lejano como el bluegrass, haciéndolo sonar como si siempre hubieran ido de la mano.