Sexta obra en estudio firmada por San Pascualito Rey y segunda construida por el cuarteto integrado por los miembros fundadores Pascual Reyes y Juan Morales, además de Vicente Jáuregui y Chepo Valdez, quienes en esta ocasión adjuntan los teclados de Giancarlo Bonfatti para así acercarnos nueve composiciones empaquetadas bajo el nombre de Dark guapachoso.
El título del trabajo apela a la etiqueta que al sonido de la banda le adhirió un periodista una vez que el combo debutó con su álbum Sufro, sufro, sufro (2003), hace ya más de veinte años. Un guiño al pasado que, conforme el disco avanza, se transforma en declaración de principios de un presente en el cual Reyes y Morales toman sus instrumentos para mostrar lo que tantas canciones, pasiones y resurrecciones les han enseñado con el paso de los días. Aferre el suyo que alcanzó cuotas altas con su entrega previa, Animanecia (2020), pieza donde volvieron a hacer mancuerna con el productor que les bautizó al arrancar su andar discográfico.
Esta vez repiten con aquel personaje, Gerry Rosado. Al parecer han encontrado ahí una metodología de trabajo que les ofrece la fluidez necesaria para así concentrarse en la canción, en sacarla adelante a pesar de cualquier escollo. Más allá de esto, es importante acotar que, a estas alturas, la labor de los “recién llegados”, Jáuregui y Valdez, ya resulta familiar; alcanza a distinguirse cierta firma en ellos, una comunión que las más de las veces entreteje paisajes melódicos de texturas sugestivas; aunque también recurren a los cruzamientos armónicos. Por su lado, la base rítmica se ve enriquecida por múltiples percusiones con tal de celebrar esa oscuridad tropical, siempre con el toque de Juan al frente.
El álbum arranca con Reyes sincerándose sin filtro alguno. Marca desde la primera estrofa el talante de toda la obra: Ya no te siento, hace tiempo que no estás aquí. De esta manera el track opera como un reflejo fantasmal, refiriéndose a algo que se ha esfumado y cuya desaparición se aborda desde la sabiduría, con el entendimiento de que la muerte es perenne y que resulta inútil poner la fe en la eternidad. Es deber del compositor desnudarse cuando empuña la pluma, y aquí Pascual nos ofrece minucias, quizás, de su actual estado sentimental. El siguiente número, una versión de “Necesito una compañera”, original de Los Bukis, anexa más luces para atreverse a decir lo antes expuesto.
San Pascualito Rey siempre sostuvo ansias gruperas en contención; y esta vez deshace nudos sin recato, recurriendo a Marco Antonio Solís, uno de los ídolos de su líder vocal. Una lectura que transcurre manera natural, hay que decir. Escuchando ese clásico de la amplitud modulada se considera que algo así debió haber ocurrido tiempo atrás y que no sería mala idea grabar un disco de covers (Los Pulpos, Los Bríos, Los Solitarios, etcétera). “Huracán” toma su turno entonces, un trabuco que requiere varias oídas para ir revelando sus virtudes; se trata de una de las composiciones más arriesgadas dentro del cancionero del santo cadavérico. Tiende al descontrol, parece desparramarse para así extraviar la forma; pero, vaya, finalmente trata del amor, y así es el amor, como la misma banda ya dijo antes; ante él no hay explicación.
Por su lado, “Se apagará” muestra matices interesantes, con múltiples sonoridades psicodélicas entre percusiones tribales en donde Juan hace eco de los reclamos de Pascual, quien anuncia un extravío definitivo, sin vuelta atrás. En otro punto, “Todo lo que dejas aquí” presume un gran trabajo de guitarras por parte de Jauregui. Se asoma como una especie de cumbiachata que se baila de cachetito, con todo y su coro repegajoso (radiofórmula total, derecha). Más allá, “Esa palabra” insiste en el talante confesional al advertir que la muerte significa soltar la mano, dar un último beso, decir adiós con un abrazo. En ésta prevalece cierta esperanza, pero se antoja distante en medio de finos arpegios que mutan a un solo de perfil radioheadiano.
“No pasa nada” podría ser el corazón del plato. Es momento de dejarse llevar. Ya no luches, que te lleve, que te sorprenda el amanecer, exclama Reyes, apelando a un renacimiento, a un alumbramiento (un llamado a envolverse en lumbre). La composición simboliza una cita con la herida cuyo germen se halla en la relación que su autor sostiene con ciertas plantas de poder. Un trance rítmico de texturas electrónicas, feedbacks contenidos y cantos chamánicos de mira panorámica. Se alista así la despedida que significa “Sé feliz”, una orden que se entona desde la perspectiva de quien desaparece en el horizonte agradecido, aquilatando la diferencia entre abandono y búsqueda de espacio.
San Pascualito Rey: ejemplo de constancia. No es sencillo sobrevivir a tantos cambios sin dejar de hacer música. Porque sí, la frustración tunde, la precariedad azota. Sin embargo, la banda ha conseguido seguir adelante, arreglándoselas para explorar sonoridades nuevas en una escena cambiante, inasible; aunque con un público fiel de su lado, de los que ya casi no se dan. Dark guapachoso: tenemos acá a cinco tipos arrodillados entre piedras, rasguñando a la orilla del río, rastreando algún brillo, masticando hongos, tragando mezcal y bailando cuando el sol despierta entre cerros plagados de cactos. Esto sigue siendo rock mexicano.
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