Si damos por buena la noción de que El mapa también es el territorio, entonces tendremos en claro que los textos son el recuento de muchas vidas, la propia y las ajenas… con la música que nos apasiona por delante. La escritura nos permite reconstruirnos y el ejercicio memorioso hace posible vivir dos veces -e incluso muchas más-.
Pienso en ello porque la música que se canta en español ha estado en el centro de mi trabajo periodístico desde siempre e incluso cuando yo tan sólo era un simple escucha enamorado de la moda juvenil. El libro Vanguardia, jaleo y duende. Músicos españoles en el siglo XXI detona mis emociones, pero antes de llegar a él intento encontrar el origen de mi querencia entre la música y el español; es por ello que evoco a un proyecto editorial del 2001 cuando un grupo de escritores y lingüistas franceses trabajaron en una nueva versión de la Biblia que fue muy exitosa y que permitía arrancar el texto místico con un “Y en el principio fue la palabra”… se le llamó La Biblia de los escritores.
Existe pues un fuerte vínculo entre la persona y su idioma natal… hay una relación natural que permite que despegue la paleta de las emociones a través de la cercanía con las palabras; cuando nos remontamos a canciones en otras lenguas se requiere de un esfuerzo extra, así sea para abrir los canales sensibles y cognitivos; escuchar el canto en el idioma que traemos desde la cuna reviste una experiencia espontánea y plena.
Posteriormente, mi conexión española tiene que ver con el momento histórico-cultural que nos tocó vivir. En México nadie puede decir que la andanada discográfica a la que llamaron Rock en tu idioma no haya sido determinante, pero la información no paraba de fluir… los libros, las películas y el deseo de que una escena local emergiera y que tuviera ese toque frenético que aquí le atribuimos a la Movida madrileña… por acá seguíamos hundidos en el marasmo y la cerrazón.
Nadie puede negar que existe un puente cultural entre México y España más allá de las posturas de los gobiernos y las instituciones; mucho tuvimos que aprender de Alaska y Los Pegamoides y Radio Futura, entre tantos otros, para apreciar y valorar el elemento estético que requerían las propuestas nacionales; tal influencia fue clave y desde entonces existe un público atento a la oferta musical española. Pero saltemos en el tiempo y entonces podemos señalar que propuestas como Love of Lesbian y Sen Senra llegan por sí solos el Auditorio Nacional. ¿Acaso esto no es una capacidad de convocatoria muy relevante? ¿Un indicar de una conexión muy fuerte?
De allí la importancia de este libro, acerca del cuál quiero darle la vuelta a lo que dice José Manuel Gómez Gufi en Nada que perder, excepto las canciones; este experto en flamenco afirma que el Siglo XXI entró en la música española como las bombas de Napalm en Vietnam. Yo diría, en sentido contrario, fue la música española la que irrumpió en el Siglo XXI con una potencia atómica.
Quizá podemos decir que atravesamos por un momento de altísima gloria para lo hecho en España; C. Tangana y Rosalía contribuyeron decisivamente a ese interés por la música en español en el mercado anglosajón, aprovechando un interés mundial por el idioma. La sociedad tecnológica de hoy potencia la difusión, aunque habría que reconocer que en los años de plenitud de Raphael, Julio Iglesias, Rocío Jurado y Camilo Sesto, aunque apegados a la balada, también impactaron internacionalmente y aquello tiene mucho mérito, más cuando no existían las redes sociales y las plataformas.
Es preciso también exaltar que España contaba con un acervo tradicional impresionante -con todo y la aportación árabe- por lo que al combinarlo con una visión futurista -o de vanguardia, como dice en el título del libro- se consigue una mixtura que enriquece al panorama musical contemporáneo de manera notable. España ha contribuido para que la banda sonora del Siglo XXI suene excitante y detrás tiene el respaldo de los haceres de figuras legendarias como Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Enrique Morente y Joan Manuel Serrat, pero llegó el momento del advenimiento de nuevos protagonistas, un nutrido conglomerado del que se han elegido 25 para lograr un conjunto heterodoxo, pero que fuera muy representativo.
Una vez más, la Red de Periodistas de Iberoamérica convocó a un grupo de especialistas de ambos lados del Atlántico para revisar las trayectorias de creadores que han contribuido decisivamente a renovar y reinventar sus escenas; La Bien Querida nos ha hecho proporcionado canciones que nos enseñan que las formas de amar son infinitas… mientras que Joe Crepúsculo en sus inicios nos hizo ver que San Agustín podía convertirse en una letrista pop para luego proseguir con una “Fábrica de baile” que nos llena de frenesí en tantísimas noches.
Desde que supe la existencia de Vanguardia, jaleo y duende me emocioné muchísimo dando mi opinión para conformar la lista de artistas a abordar… hubiera deseado escribir de cada uno de los 25… de muchos lo he hecho, especialmente desde mi trinchera en la revista Marvin. Precisamente fue durante una de sus legendarias fiestas que Joe Crepúsculo tocó por vez primera en México y hubo la necesidad de conseguir un sintetizador de último minuto.
Hoy mostramos por vez primera el libro al mundo y uno de los más gratos apuntes que sobre él se puede hacer consiste en la gran cantidad de mujeres que habitan en su páginas; me tocó escribir sobre la andaluza María José Llergo, que hace una fina mixtura entre electrónica, flamenco y pop y cuya historia se resume en uno de los versos de una canción: “Aprendí a cantar llorando, aprendí a llorar cantando”. Y claro no sólo contiene a ese alud afterpop llamado Rosalía, resulta muy excitante que desfilen figuras como las de Rocío Márquez, Maria Arnal y Queralt Lahoz, entre otras espléndidas damas del cante futurista.
Me abruma la emoción de todos los nombres a los que puedo recurrir –otra vez la palabra como mapa, territorio y destino-; desde Asturias provienen Rodrigo Cuevas y Nacho Vegas… el acervo ancestral gallego permea en Baiuca mientras que León Benavente me ha dejado marcas al compartir un ánimo generacional en el que la palabra “claudicar” no es opción, tal como lo hace el gran Enrique Blanc, desde la Red de Periodistas Musicales de Ibeoramérica y siendo un consumado sibarita… nos hace desear que el jaleo no se termine nunca.
Una vez más celebro que analistas de diferentes países aporten una visión periférica que permitirá a los artistas españoles descubrir aspectos inéditos sobre su obra a partir de miradas que proceden de otras latitudes unidas por el idioma que hicieron grande Cervantes, Lorca, Cernuda y más recientemente Panero, Goytisolo y Vila-Matas. El duende se aparece para nutrir a creadores hispanos del siglo XXI… su obra nos llena de gozo, al tiempo de que deja testimonio que distintas formas de la vanguardia se siguen dispersando. Haber elegido un elenco tan estupendo de 25 no está nada mal… este compendio apenas comenzará a rolar por el mundo, pero ya me comen las ansias porque exista una segunda entrega.
Y podría extenderme, dado que la obra que nos ocupa me colma de gozo, pero en ese sentido prefiero preguntarme si es que he cumplido a cabalidad mi tarea parafraseando a La Bien Querida: Y luego me he ido/ Y me han venido de golpe/ Las cosas que te hubiera dicho/ Las cosas que nunca te digo/ Porque siempre me pasa lo mismo.
*Texto leído durante la presentación del libro Vanguardia, jaleo y duende. Músicos españoles en el siglo XXI, durante la FIL 2024 en Guadalajara, Jalisco. Con Enrique Blanc (coordinador del libro), La Bien Querida, Joe Crepúsculo y Juan Carlos Hidalgo en la mesa.
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