5 guitarristas de rock que podrían haber tocado heavy metal

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El heavy metal no cayó del cielo. Se gestó en los escombros del rock de los sesenta y setenta, cuando las guitarras empezaron a sonar como si quisieran partir el suelo, los amplificadores se volvieron fieras y las canciones comenzaron a explorar rincones más oscuros y agresivos. Algunos guitarristas de esa época, aunque se mantuvieron en el terreno del rock, tenían el nervio, la técnica o la visión para haber dado un paso hacia el metal si las circunstancias los hubieran llevado ahí. Este artículo no pretende reescribir sus legados ni encasillarlos, sino imaginar cómo sus estilos podrían haber encajado en un género que aún estaba tomando forma. Todo está basado en discos, actuaciones y datos reales, sin inventar nada.

1. Jimmy Page (Led Zeppelin)

Jimmy Page hacía que su guitarra sonara como si estuviera viva, respirando fuego. En discos como Led Zeppelin II (1969) o Physical Graffiti (1975), sus riffs tienen una densidad que golpea el pecho, como en “Whole Lotta Love” o “Immigrant Song”. Esos acordes crudos, con un ritmo que no da tregua, podrían haber evolucionado hacia algo más cercano al thrash si Page hubiera querido acelerar el paso. Su manera de tejer dinámicas, de un susurro a un alarido en segundos, tiene el mismo pulso que bandas como Metallica usarían después.

Su fascinación por lo místico y lo sombrío también lo habría llevado bien al metal. Afinaciones bajas, como en “When the Levee Breaks”, o su juego con el arco en “Dazed and Confused”, muestran una búsqueda de sonidos que rozan lo que el doom o incluso el black metal primitivo explorarían. Page no necesitaba más velocidad; ya tenía el peso para hacer temblar escenarios al lado de Judas Priest.

2. Ritchie Blackmore (Deep Purple)

Ritchie Blackmore tocaba como si la guitarra fuera una extensión de su carácter: afilada, impredecible, dominante. En In Rock (1970) y Machine Head (1972) de Deep Purple, canciones como “Highway Star” traen riffs que corren como un motor a punto de estallar y solos que mezclan velocidad con una precisión casi quirúrgica. Ese estilo neoclásico, con un pie en el barro del rock y otro en algo más teatral, no está lejos de lo que el power metal o el speed metal harían después.

Blackmore no solo tenía la técnica; tenía la actitud. Su presencia en el escenario, su desprecio por lo convencional, lo habrían hecho encajar en el metal más descarado. Si hubiera decidido empujar los límites aún más, con riffs más pesados o tempos más rápidos, habría sido un nombre tan grande en el metal como lo fue en el rock.

3. Jimi Hendrix

Jimi Hendrix no tocaba la guitarra; la transformaba en un animal que rugía, gemía o volaba. En Are You Experienced (1967) y Electric Ladyland (1968), temas como “Foxy Lady” o “Voodoo Child (Slight Return)” tienen una agresividad que vibra en la misma frecuencia que el metal naciente. Su uso de la distorsión, el feedback y esos bends que parecían arrancar las cuerdas eran un campo de pruebas para algo más pesado.

Hendrix no seguía mapas; los dibujaba. Si hubiera vivido más allá de 1970, es fácil imaginarlo experimentando con pedales más extremos, afinaciones más graves o incluso tocando con bandas que empezaban a moldear el metal. Su versión de “The Star-Spangled Banner” en Woodstock, con esa guitarra que sonaba como el caos mismo, ya era un manifiesto que podría haber inspirado a los primeros thrashers. Hendrix tenía el fuego para el metal; solo le faltó el tiempo.

4. Duane Allman (The Allman Brothers Band)

Duane Allman podría sonar fuera de lugar en esta lista a primera vista. Su trabajo con The Allman Brothers Band, lleno de slide y raíces sureñas, parece lejano del metal. Pero escucha Live at Fillmore East (1971), especialmente “Whipping Post” o “In Memory of Elizabeth Reed”. Hay una urgencia en su manera de tocar, una forma de hacer que cada nota pese, que no está tan lejos de lo que el metal buscaría después. Allman no tocaba para llenar silencios; tocaba para desarmarte.

Su slide, que podía sonar como un lamento o como un zarpazo, habría encajado en un metal más experimental, quizás algo cercano al doom o al stoner que vendría décadas después. Si Allman hubiera tenido una banda dispuesta a bajar al abismo, con amplificadores al límite, su guitarra habría encontrado un lugar en el género sin perder un gramo de su alma.

5. Rory Gallagher (Taste, solista)

Rory Gallagher era un torbellino. En discos como Irish Tour ’74 o Taste (1970), su Stratocaster no solo cantaba; gruñía, peleaba, escupía chispas. Canciones como “Bullfrog Blues” o “Cradle Rock” tienen un nervio que podría haber encajado en un disco de Motörhead sin despeinarse. Gallagher no necesitaba artificios: con una guitarra gastada y un ampli al borde del colapso, hacía que el aire temblara.

Lo que lo pone aquí es su honestidad brutal. Gallagher tocaba con las tripas, sin importarle las modas o las expectativas. Esa energía cruda, junto con su habilidad para sacar riffs que se te clavan en los huesos, lo habría convertido en un nombre grande en el metal si hubiera decidido girar hacia ese camino. Su presencia en vivo, puro instinto, era justo lo que el género pedía.

Conclusión

Estos cinco guitarristas no necesitaban reinventarse para encajar en el heavy metal. Page con sus sombras, Blackmore con su filo, Hendrix con su caos, Allman con su verdad y Gallagher con su rabia: cada uno traía algo que el género habría abrazado. No se trata de imaginarlos como algo que no fueron, sino de ver cómo el rock que tocaban ya llevaba las primeras chispas de algo más feroz. Sus discos y actuaciones lo demuestran: estaban más cerca del metal de lo que las etiquetas podrían sugerir.

Fuentes: discografías verificadas en AllMusic.com y grabaciones en vivo disponibles en archivos de conciertos de la época.


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