5 discos de thrash metal que compiten con el legendario Master of Puppets de Metallica

Cuando Metallica lanzó Master of Puppets en 1986, el thrash metal estaba en plena ebullición, un caldero de riffs cortantes, baterías que parecían metralla y vocales que escupían fuego. Ese disco, con su mezcla de precisión quirúrgica y caos controlado, se convirtió en un faro para el género, pero no estaba solo en la cima. Otros trabajos de la época —y alguno posterior— se alzaron con igual ferocidad, ofreciendo visiones distintas del thrash que merecen ser puestas bajo el mismo reflector. Aquí van cinco discos que, por su peso, ejecución y trascendencia, pueden mirar de frente al gigante de Metallica sin parpadear.

1. Slayer – Reign in Blood (1986)

Slayer no vino a negociar con Reign in Blood. Este álbum, grabado en apenas unas semanas y lanzado el mismo año que Master of Puppets, es un asalto de 29 minutos que no da respiro. Desde el alarido inicial de «Angel of Death» hasta el diluvio de «Raining Blood», la banda destiló el thrash a su forma más pura: rápida, cruda y sin adornos. Producido por Rick Rubin, el sonido es un puñetazo seco, con Tom Araya liderando la carga y las guitarras de Kerry King y Jeff Hanneman cortando como navajas. No hay baladas ni pausas para reflexionar; es un tren descarrilado que no pide permiso. Datos de la Recording Industry Association of America (RIAA) confirman que, aunque no alcanzó el estatus de multiplatino de Metallica, su impacto en vivo y en la escena underground lo mantuvo vigente décadas después.

2. Megadeth – Rust in Peace (1990)

Dave Mustaine, exiliado de Metallica, tardó unos años en afilar su venganza, pero cuando llegó Rust in Peace, el golpe fue certero. Publicado en 1990, este disco es un laberinto de riffs intrincados y solos que desafían la física, cortesía de Mustaine y Marty Friedman. «Holy Wars… The Punishment Due» abre con una narrativa que salta de la guerra religiosa al castigo personal, mientras «Hangar 18» te arrastra por conspiraciones extraterrestres a velocidad de vértigo. La batería de Nick Menza y el bajo de David Ellefson sostienen una maquinaria que no solo iguala la ambición de Master of Puppets, sino que la supera en complejidad. Capitol Records reportó ventas que lo llevaron a platino en Estados Unidos, un testimonio de su alcance más allá del nicho del thrash.

3. Anthrax – Among the Living (1987)

Anthrax siempre tuvo un pie fuera del molde del thrash puro, y Among the Living lo demuestra. Publicado en 1987, este disco mezcla la potencia del género con ganchos que se te pegan al cerebro. «Caught in a Mosh» es un himno para los que viven el caos del pogo, mientras «I Am the Law» —inspirada en el cómic Judge Dredd— trae un groove que invita a mover la cabeza sin sacrificar la agresividad. Joey Belladonna canta con una claridad que contrasta con los gruñidos típicos del estilo, y los riffs de Scott Ian mantienen el filo. Según datos de Island Records, el álbum rozó el medio millón de copias en su momento, un número que refleja su conexión con una audiencia más amplia que la de muchos contemporáneos.

4. Testament – The Legacy (1987)

Testament entró al juego con The Legacy en 1987, un debut que suena como si llevaran años en la carretera. Chuck Billy comanda con una voz que oscila entre el rugido y la melodía, mientras Eric Peterson y Alex Skolnick tejen riffs y solos que podrían derribar paredes. «Over the Wall» es un escape frenético, y «The Haunting» carga una atmósfera que te envuelve como niebla espesa. Grabado bajo el sello Megaforce, el mismo que dio vida a los primeros trabajos de Metallica, este disco tiene un ADN similar pero con un giro más oscuro y técnico. Las ventas no alcanzaron las alturas de Master of Puppets, pero su reputación creció con el tiempo, consolidándolo como un clásico de culto.

5. Exodus – Bonded by Blood (1985)

Antes de que Master of Puppets viera la luz, Exodus ya había soltado Bonded by Blood en 1985, un disco que definió el thrash desde las trincheras de la Bay Area. Con Paul Baloff al frente, su voz es un grito de guerra, y temas como «A Lesson in Violence» o la titular «Bonded by Blood» son pura adrenalina sin filtro. Los riffs de Gary Holt y Rick Hunolt tienen un filo primitivo, y la producción —modesta para los estándares de la época— le da un encanto áspero que resuena con la ética DIY del género. Aunque las cifras de Combat Records no lo colocan en la estratósfera comercial, su influencia en bandas posteriores y su estatus entre los fans lo mantienen en la conversación.

Estos cinco discos no solo coexistieron con Master of Puppets, sino que ayudaron a moldear el thrash como algo más que un sonido: una forma de vida. Cada uno aporta un ángulo distinto —la brutalidad de Slayer, la destreza de Megadeth, el gancho de Anthrax, la profundidad de Testament, la crudeza de Exodus— y juntos demuestran que, en los 80 y principios de los 90, el thrash era un campo de batalla donde nadie reinaba solo. ¿Cuál te hace levantar el puño más alto?