5 bandas que glorificaron el nombre del metal español

El metal español no nació en un vacío. Surgió en un país donde el rock duro chocó con una sociedad que apenas salía de décadas grises, y lo hizo con una furia que no pedía permiso. Desde los primeros acordes crudos de los 80 hasta las propuestas más elaboradas de las últimas décadas, España ha parido bandas que no solo sobrevivieron al aislamiento cultural de su época, sino que pusieron el nombre del metal nacional en el mapa global. Esto no va de nostalgia barata ni de mitos inflados; se trata de grupos que, con discos en la mano y sudor en el escenario, construyeron algo tangible. Aquí van cinco que definieron el juego.

Barón Rojo: Los pioneros que no negociaron

Cuando Barón Rojo arrancó en 1981, España todavía olía a censura y camisa abotonada. Los hermanos Armando y Carlos de Castro, junto a José Luis Campuzano “Sherpa” y Hermes Calabria, soltaron Larga vida al rock and roll, un debut que no se andaba con rodeos. Su sonido, puro heavy metal con raíces en Deep Purple y un toque castizo, pegó fuerte. “Resistiré”, de Volumen brutal (1982), no es solo un himno; es un manifiesto de acero que sigue sonando en bares y estadios. Según datos de la SGAE, ese disco vendió más de 100.000 copias en su momento, algo brutal para un país donde el metal era todavía un bicho raro. Barón llevó su ruido hasta Inglaterra, teloneando a Saxon, y demostró que España podía jugar en primera división.

Obús: Gasolina y cuero sin filtro

Si Barón fue el cerebro, Obús fue el puño. Formados en Madrid en 1980 por Paco Laguna y Juan Luis Serrano, estos tipos no inventaron la pólvora, pero sí la encendieron. Prepárate (1981) llegó como un martillo pilón: riffs directos, letras de barra y una actitud que no se cortaba un pelo. “Va a estallar el Obús” no es poesía; es una patada en la puerta. Su pico llegó con El que más (1984), un disco que, según registros de la época, agotó tiradas en semanas. Tocaron en plazas de toros y llenaron locales cuando el metal aún era cosa de cuatro gatos. Obús no buscaba sofisticación; entregaba potencia bruta y punto.

Mägo de Oz: El metal que se vistió de juglar

En 1988, Txus di Fellatio empezó a trazar algo distinto en un barrio de Madrid. Mägo de Oz no se conformó con el manual del heavy clásico; metió flautas, violines y un rollo celta que parecía sacado de un bosque gallego. La leyenda de La Mancha (1998) y Finisterra (2000) no son solo discos; son viajes narrativos que engancharon a chavales que nunca habían pisado un concierto de metal. Vendieron más de un millón de copias entre ambos, según cifras oficiales de Promusicae, y giraron por América Latina como si fueran profetas. Mägo le dio al metal español una cara nueva: menos cuero, más cuento, y un público que no paraba de crecer.

WarCry: El poder desde el norte

Asturias no es solo sidra y lluvia; también es la cuna de WarCry. Víctor García, tras salir de Avalanch, montó esta máquina en 2001 y debutó con un disco homónimo que olía a power metal europeo, pero con sello propio. Alea Jacta Est (2004) les puso en órbita: melodías afiladas, coros que te levantan del asiento y una producción que no pedía favores a nadie. Han girado por medio mundo y, según su web oficial, superan las 200.000 copias vendidas en su carrera. WarCry trajo disciplina y un sonido pulido cuando el metal español empezaba a diversificarse. No es casualidad que sigan llenando salas.

Sôber: La sombra que se hizo luz

Sôber no encaja en la foto típica del metal español. Nacidos en 1994, estos madrileños coquetearon con el grunge y el alternativo antes de clavar su bandera con Paradÿsso (2002). Carlos Escobedo y compañía no iban de duros ni de épicos; sus canciones eran oscuras, introspectivas, con un peso que se te metía bajo la piel. El disco rozó las 50.000 copias en su primer año, según Promusicae, y les abrió puertas en festivales como Viña Rock. Tras idas y venidas, Reddo (2004) confirmó que podían evolucionar sin perder el norte. Sôber demostró que el metal español también podía mirar hacia dentro.

Estas cinco bandas no son todo el cuadro, pero sí piezas clave. Barón y Obús rompieron el hielo, Mägo lo pintó de colores, WarCry le dio músculo y Sôber lo llevó a otro terreno. Juntas, muestran que el metal español no es un eco de fuera; es un rugido con acento propio. Si te pica la curiosidad, sus discos están a un clic. Dale al play y juzga tú mismo.