5 bandas que cambiaron el nu metal en los 2000

slipknot

El nu metal llegó al nuevo milenio como un torbellino que ya había sacudido los cimientos del rock en los 90, pero los 2000 fueron el campo de pruebas donde se estiró, se retorció y, en algunos casos, se desarmó para dar paso a algo diferente. Lejos de ser una simple continuación de lo establecido por Korn o Limp Bizkit, esta década vio cómo el género se enfrentaba a una encrucijada: podía estancarse en la fórmula del rap gritado y los riffs zumbantes o buscar caminos menos transitados. Cinco bandas, cada una con su propio arsenal sonoro, tomaron las riendas y redirigieron el rumbo del nu metal, dándole formas que nadie anticipaba. Esto no es una lista nostálgica; es un reconocimiento a cómo estos grupos, con discos clave y decisiones audaces, moldearon un género que se negaba a quedarse quieto.

Linkin Park: El puente entre mundos

Cuando Hybrid Theory aterrizó en octubre de 2000, Linkin Park no solo vendió millones de copias —más de 10 millones en EE.UU. según la RIAA hasta 2023—, sino que construyó un puente entre el nu metal y un público que no necesariamente vivía para el mosh pit. Chester Bennington y Mike Shinoda jugaron con una dinámica que alternaba alaridos viscerales con ganchos melódicos, mientras teclados y samples electrónicos se colaban entre las guitarras. Temas como “In the End” no eran solo canciones; eran confesiones crudas envueltas en un paquete digerible. Su segundo disco, Meteora (2003), pulió esa idea sin perder el filo. Linkin Park demostró que el nu metal podía ser introspectivo y masivo al mismo tiempo, abriendo la puerta a una generación que buscaba algo más allá de la rabia pura.

Slipknot: La bestia que no se domestica

Slipknot ya había rugido con su debut homónimo en 1999, pero fue Iowa (2001) el que los convirtió en un ariete que destrozó cualquier noción de que el nu metal debía ser accesible. Nueve tipos enmascarados descargaron una furia que iba más allá del género: percusiones como martillazos, riffs que parecían cortados con alambre de púas y la voz de Corey Taylor oscilando entre el grito primal y el lamento roto. Canciones como “Disasterpiece” no invitaban a cantar; exigían que te enfrentaras a ellas. Con más de 2 millones de copias vendidas globalmente según datos de Nielsen SoundScan hasta 2010, Iowa llevó el nu metal a un terreno oscuro y teatral que pocos se atrevieron a pisar, forzando al género a mirar sus límites más extremos.

Disturbed: El martillo que da forma al acero

David Draiman y compañía irrumpieron con The Sickness en marzo de 2000, y lo que trajeron fue un nu metal que sonaba como si alguien hubiera decidido pulir el caos con un martillo de herrero. Los riffs de Dan Donegan eran precisos, casi quirúrgicos, y la voz de Draiman —ese gruñido rítmico que estalla en “Down with the Sickness”— se convirtió en un arma distintiva. El disco rozó las 5 millones de copias en EE.UU. (RIAA, 2022), y su enfoque directo, sin adornos innecesarios, marcó un contraste con las capas más experimentales de otros. Disturbed tomó el nu metal y lo moldeó en algo más cercano al metal tradicional, preparando el terreno para lo que vendría después en la década.

System of a Down: Los arquitectos del desorden

Si el nu metal era un lienzo, System of a Down llegó con un balde de pintura y un machete. Toxicity, lanzado en septiembre de 2001, no se parecía a nada que el género hubiera parido antes. Serj Tankian y Daron Malakian tejieron riffs zigzagueantes, armonías vocales inesperadas y cambios de tempo que desafiaban cualquier estructura predecible, todo mientras metían letras sobre política, guerra y alienación cultural. “Chop Suey!” se coló en las radios y vendió más de 6 millones de copias del álbum mundialmente (Billboard, 2011). Su mezcla de raíces armenias, progresivo y caos puro expandió el nu metal hacia un espacio donde las reglas simplemente no aplicaban, invitando a otros a romper el molde.

Evanescence: La sombra que canta

En 2003, cuando el nu metal empezaba a mostrar señales de fatiga, Evanescence llegó con Fallen y le dio un giro que pocos vieron venir. Amy Lee, con su voz operística y una presencia que cortaba como vidrio, lideró un sonido que mezclaba guitarras pesadas con pianos sombríos y texturas góticas. “Bring Me to Life” fue un éxito instantáneo —el disco superó las 17 millones de copias vendidas globalmente según Sony Music en 2018—, y su enfoque melódico, casi cinematográfico, atrajo a oyentes que no encajaban en el perfil típico del género. Evanescence no solo le dio al nu metal un rostro femenino; lo envolvió en una atmósfera que lo sacó de los garajes y lo llevó a escenarios más amplios.

Estas cinco bandas no se limitaron a tocar las notas del nu metal; las retorcieron, las amplificaron o las desecharon por completo para crear algo que resonara en su momento y más allá. Los 2000 fueron un crisol donde el género se probó a sí mismo, y estos grupos fueron los que avivaron el fuego. Si el nu metal sigue siendo relevante hoy, es en gran parte porque ellos se atrevieron a empujarlo hacia lugares que nadie esperaba.