5 bandas para metaleros pretenciosos

tool concierto

El metal tiene muchas puertas de entrada, pero algunas llevan a pasillos más estrechos y laberínticos. No todo gira en torno a la brutalidad, la velocidad o la distorsión sin límites; hay quienes buscan estructuras complejas, referencias filosóficas y una elaboración sonora que trascienda la simple agresión. Para esos oyentes, el metal no es solo música, sino un terreno de exploración intelectual. Este artículo está dedicado a ese perfil: el metalero que necesita más que riffs poderosos, aquel que prefiere diseccionar cada compás y analizar cada capa de sonido como si fuera una ecuación.

A continuación, cinco bandas que exigen paciencia, atención y un oído dispuesto a recorrer caminos fuera de lo convencional.

1. Tool – El rompecabezas sonoro

Hablar de metal progresivo sin mencionar a Tool es como omitir a Bach en una conversación sobre música clásica. Su discografía, meticulosamente construida, es un campo minado de polirritmos, métricas inusuales y letras que oscilan entre la espiritualidad y la crítica social. Cada álbum es una experiencia de largo aliento, con canciones que pueden superar los diez minutos sin repetir una sola idea de forma predecible.

En términos técnicos, la banda liderada por Maynard James Keenan ha perfeccionado un sonido en el que la batería de Danny Carey funciona como una maquinaria de precisión, mientras el bajo de Justin Chancellor dibuja líneas melódicas que sostienen el caos controlado de Adam Jones en la guitarra. No es música para escuchar de fondo: Tool exige inmersión total, paciencia y disposición a dejarse arrastrar por sus cambios de compás impredecibles.

2. Meshuggah – Matemáticas disfrazadas de metal

Si Tool juega con la métrica, Meshuggah la descompone y la vuelve a ensamblar en formas que desafían la intuición rítmica. Desde Destroy Erase Improve (1995), la banda sueca ha convertido la polirritmia en su principal herramienta de trabajo, utilizando guitarras de ocho cuerdas para crear un sonido que parece desplazarse en múltiples direcciones al mismo tiempo.

Su disco ObZen (2008) se ha convertido en un referente del metal técnico, y temas como «Bleed» son una prueba de resistencia tanto para los músicos como para los oyentes. Aquí no hay estribillos pegajosos ni estructuras predecibles; cada tema es un ejercicio de precisión quirúrgica que desafía la forma en la que el cerebro procesa el ritmo.

3. Leprous – La sutileza del caos

El metal progresivo suele moverse entre la complejidad y la emotividad, y Leprous ha logrado encontrar un punto intermedio sin caer en excesos innecesarios. Su evolución desde el sonido crudo de Tall Poppy Syndrome (2009) hasta la madurez de Pitfalls (2019) muestra a una banda que prefiere la elegancia antes que la sobrecarga técnica.

Con Einar Solberg al frente, su música explora terrenos que van desde el metal hasta el rock experimental, con una instrumentación que a menudo juega con los silencios tanto como con el ruido. Leprous es la banda para aquellos que buscan sofisticación sin perder la intensidad emocional.

4. Soen – La introspección hecha metal

No es un secreto que Soen ha sido comparado con Tool desde su debut, pero con los años han construido un sonido propio que equilibra la complejidad con la accesibilidad. Formada por el exbaterista de Opeth, Martin López, la banda mezcla progresiones rítmicas meticulosas con una atmósfera melancólica que los diferencia de otros proyectos dentro del metal progresivo.

Discos como Lotus (2019) y Imperial (2021) muestran a una banda que, en lugar de buscar la complejidad por la complejidad misma, apuesta por una narrativa sonora en la que cada elemento tiene un propósito claro. Para quienes buscan una experiencia introspectiva sin perder la intensidad del metal, Soen es una elección acertada.

5. Rivers of Nihil – La reinvención del death metal

El death metal técnico tiene fama de ser una exhibición de destreza instrumental sin demasiado espacio para la atmósfera o la emoción. Rivers of Nihil ha demostrado que esto no tiene por qué ser así. Con Where Owls Know My Name (2018), lograron expandir los límites del género al incorporar elementos progresivos, saxofón y pasajes ambientales que contrastan con la brutalidad de su base sonora.

Su capacidad para fusionar la agresión con lo contemplativo los ha convertido en una de las bandas más interesantes del metal contemporáneo. No es solo una cuestión de velocidad o habilidad técnica; es la forma en que juegan con las texturas y los contrastes lo que los hace destacar.

Conclusión

El metal no es solo una cuestión de volumen o velocidad. Para algunos, la complejidad estructural, la experimentación sonora y la exploración conceptual son ingredientes esenciales. Estas cinco bandas representan distintos enfoques dentro de ese espectro, desde la precisión matemática de Meshuggah hasta la emotividad progresiva de Leprous. No son fáciles de digerir, pero para quienes buscan más que la inmediatez del riff pegajoso, ofrecen un universo de posibilidades.