El metal, como cualquier escena musical con raíces profundas, ha parido bestias gloriosas y engendros que desafían toda lógica. No se trata de gusto personal ni de lanzar dardos al azar: algunas bandas, por su ejecución, contexto o simple falta de sustancia, parecen haber tropezado en el escenario sin un propósito claro. Este artículo no busca linchar ni pontificar, sino diseccionar cinco casos donde el metal pudo haberse ahorrado un mal rato. Basado en trayectorias reales, críticas documentadas y el eco de la comunidad, aquí va un repaso crudo de proyectos que, en retrospectiva, sobran en la historia del género.
1. Crazy Town
Arrancaron en los 90, en plena fiebre del nu-metal, y dejaron caer “Butterfly” como un anzuelo que atrapó a las masas en 2000. Pero detrás de ese single azucarado, Crazy Town no tenía más que un cascarón hueco. Su debut, The Gift of Game, intentó cabalgar la ola de Limp Bizkit y Korn con una mezcla de rap y riffs que nunca cuajó más allá de lo anecdótico. La banda, liderada por Shifty Shellshock, se deshizo rápido tras el éxito fugaz, y su regreso años después solo confirmó lo obvio: no había nada sólido que sostener. La revista Kerrang! los llegó a catalogar como un “experimento fallido” en su repaso de la era nu-metal, y el consenso entre fans coincide: fueron un espejismo pasajero.
2. Nickelback
No son metal puro, lo sé, pero sus coqueteos con riffs pesados en discos como Silver Side Up (2001) los metieron en la conversación. Chad Kroeger y compañía construyeron una carrera sobre canciones que suenan como plantillas recicladas, con ganchos que apuntaban a radios comerciales más que a la esencia cruda del género. El resultado: una banda que los metaleros repudian por su enfoque tibio y los rockeros desprecian por su falta de filo. En una entrevista para Metal Hammer en 2017, el editor Merlin Alderslade señaló que Nickelback “representa todo lo que el metal rechaza: conformismo y cálculos fríos”. Su longevidad no borra que su paso por terrenos pesados fue un desvío innecesario.
3. Dokken
El hair metal de los 80 tuvo sus titanes, pero Dokken no estaba entre ellos. Arrancaron con fuerza gracias a Tooth and Nail (1984), impulsados por el talento de George Lynch en la guitarra. Sin embargo, tras ese pico, la banda se hundió en discos mediocres y peleas internas que diluyeron cualquier chispa inicial. Para cuando llegó Shadowlife (1997), eran una caricatura de sí mismos, atrapados en una fórmula que ya nadie pedía. El crítico Greg Prato, en su libro The Eric Carr Story, apunta que Dokken “se quedó en la irrelevancia mientras el metal evolucionaba”. Su incapacidad para adaptarse o cerrar el telón a tiempo los dejó como un eco redundante.
4. Deathstars
Desde Suecia, Deathstars intentó mezclar metal industrial con un barniz gótico, pero el resultado fue una imitación barata de Rammstein con menos punch. Su debut, Synthetic Generation (2002), prometía algo oscuro y teatral, pero discos posteriores como Night Electric Night (2009) mostraron que la pose pesaba más que las canciones. Las letras, cargadas de clichés sobre decadencia, y una producción que suena como un refrito de los 90, los convirtieron en un blanco fácil para la escena. En foros como Metal Archives, los usuarios los han descrito como “un acto de karaoke con maquillaje”. Su existencia parece más un gimmick que una contribución real.
5. Design the Skyline
Si buscas un caso extremo, aquí está. Esta banda de metalcore irrumpió en 2011 con un video para “Surrounded by Silence” que acumuló millones de vistas… por las razones equivocadas. Voces chillonas, breakdowns desordenados y una mezcla que suena como si la grabaran en un garaje con micrófonos de juguete los convirtieron en un meme instantáneo. Su único disco, Nevaeh (2011), no mejoró las cosas: era un caos sin dirección. El portal Lambgoat documentó cómo incluso sus intentos de reinventarse cayeron en saco roto. Design the Skyline no duró mucho, pero su breve paso dejó claro que el metalcore no necesitaba esa clase de experimento fallido.
Estas bandas, cada una a su modo, representan momentos donde el metal tropezó consigo mismo. No es que carezcan de fans—siempre hay quien defiende lo indefendible—, pero su paso por el género dejó más preguntas que respuestas. El metal siempre ha sido un espacio de riesgo, y estas cinco, por distintas razones, no supieron jugar esa partida. ¿Qué sigue? La escena sigue rodando, y con suerte, aprendiendo de estos traspiés.