El metal no se explica solo por riffs afilados o baterías que retumban como tormentas. Hay voces que cortan el aire, que dan forma al caos y lo convierten en algo que trasciende generaciones. Este género, nacido en talleres industriales y garajes oscuros, encontró en ciertos cantantes no solo intérpretes, sino arquitectos de su identidad. Hoy, con el calendario marcando marzo de 2025, miramos atrás para recordar a tres de ellos que ya no están, pero cuyos nombres siguen resonando en cada nota que el metal produce.
Pensar en quiénes merecen estar en esta lista lleva a un ejercicio de memoria y precisión. No se trata de elegir al azar, sino de reconocer a quienes moldearon el sonido y la dirección de un movimiento que sigue vivo. Ronnie James Dio, Lemmy Kilmister y Chuck Schuldiner no son solo nombres en una lápida; son puntos de referencia que explican cómo el metal pasó de ser un experimento a una fuerza global. Cada uno, desde su rincón del espectro, trajo algo que no se había oído antes y que otros intentaron replicar después.
Ronnie James Dio
Cuando Ronnie James Dio agarró el micrófono, el metal ganó un narrador. Nacido en 1942, su trayectoria lo llevó de Rainbow a Black Sabbath y luego a su propio proyecto, Dio. Murió el 16 de mayo de 2010, tras una batalla contra el cáncer de estómago. Lo suyo no era solo cantar; era contar historias con una voz que podía escalar montañas y descender a cavernas en una misma canción. Temas como «Holy Diver» o «Heaven and Hell» no serían lo mismo sin esa capacidad para dibujar imágenes con cada sílaba.
Elegirlo no es capricho. Su paso por Black Sabbath revitalizó a una banda que, tras Ozzy Osbourne, buscaba rumbo. Dio trajo una perspectiva distinta, más teatral, que abrió el camino para lo que después se llamó power metal. Sin él, el género habría tardado más en encontrar esa veta épica que hoy lo define en parte.
Lemmy Kilmister
Hablar de Lemmy Kilmister es hablar de un tipo que vivía como sonaba: crudo, directo, sin pausas. El líder de Motörhead dejó este mundo el 28 de diciembre de 2015, días después de que le detectaran cáncer. Desde los setenta, su bajo rugiente y su voz como grava triturada empujaron al metal hacia un terreno más rápido y sucio. Canciones como «Ace of Spades» no solo aceleraron el pulso del punk; también sentaron las bases para lo que luego se llamó thrash.
¿Por qué Lemmy? Porque su enfoque sin concesiones demostró que el metal no necesitaba pulirse para golpear fuerte. Motörhead no era una banda de adornos, y él era el motor de esa máquina. Sin su manera de fusionar actitud callejera con potencia sonora, grupos como Metallica o Slayer habrían tenido un punto de partida menos claro.
Chuck Schuldiner
Chuck Schuldiner era un cerebro inquieto que no se conformaba con repetir fórmulas. Fundador de Death, murió el 13 de diciembre de 2001, tras enfrentar una forma agresiva de cáncer cerebral. Desde finales de los ochenta, sus discos con la banda —empezando por Scream Bloody Gore— trazaron el mapa del death metal. No solo cantaba; también escribía, tocaba guitarra y dirigía cada detalle de una música que buscaba romper límites técnicos y conceptuales.
Incluirlo aquí es obligatorio. Schuldiner no inventó el death metal de la nada, pero lo llevó de ser un experimento ruidoso a algo estructurado y profundo. Álbumes como Human o Symbolic muestran cómo entendía el equilibrio entre brutalidad y precisión. Sin su visión, el género habría sido solo gritos y velocidad, sin la complejidad que lo distingue hoy.
Un eco que no se apaga
Dio, Lemmy y Schuldiner no son los únicos que han marcado el metal, pero su ausencia física no borra lo que construyeron. Cada uno respondió a su tiempo y lo empujó más allá, dejando herramientas que otros recogieron. El metal sigue mutando, pero en sus cimientos están estos tres, que con sus voces definieron rutas distintas dentro de un mismo paisaje sonoro. Sus discos están ahí, listos para recordarnos por qué el género no para de crecer.