10 cosas que no sabes del primer disco de metal de la historia

Cuando el calendario marcaba octubre de 1969, cuatro tipos de Birmingham, Inglaterra, entraron a un estudio con poco más que sus instrumentos y una idea vaga de lo que querían capturar. Ese día, sin saberlo, estaban tejiendo los primeros hilos de lo que hoy conocemos como heavy metal. Black Sabbath, el álbum debut de la banda homónima, llegó a las tiendas el 13 de febrero de 1970, y aunque no fue un éxito instantáneo, terminó redefiniendo cómo sonarían las guitarras, los bajos y las baterías en las décadas por venir. Pero más allá de su lugar en los libros de historia, este disco guarda detalles que rara vez salen a la luz, historias que se esconden en las sombras de sus surcos.

¿Por qué elegir Black Sabbath como el primer disco de metal? La respuesta no es un capricho. Si bien bandas como Led Zeppelin o Deep Purple ya jugueteaban con riffs robustos y energía cruda, ninguna había dado el salto completo hacia un sonido que combinara peso, atmósfera y una narrativa casi cinematográfica como lo hicieron Tony Iommi, Ozzy Osbourne, Geezer Butler y Bill Ward. Este álbum no solo trajo el trítono —ese intervalo musical que resuena como una advertencia— sino que lo usó para construir algo que se sentía nuevo, un terreno donde el blues se retorcía hasta volverse otra cosa. Los críticos pueden señalar a In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly o al segundo disco de Zeppelin como precursores, pero Black Sabbath fue el que cruzó la línea y plantó bandera. Con eso en mente, aquí van diez datos que probablemente no conocías sobre este trabajo seminal.

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1. Un nombre sacado de una marquesina
El título Black Sabbath no nació en un ensayo ni en una sesión de escritura. Tony Iommi y Ozzy Osbourne lo vieron en la cartelera de un cine local: una película de terror de 1963 dirigida por Mario Bava. Les gustó cómo sonaba y cómo encajaba con la dirección que querían tomar, alejándose del blues rock más convencional que tocaban como Earth.

2. Doce horas para grabarlo todo
El 17 de octubre de 1969, la banda entró al Regent Sound Studios en Londres y salió ese mismo día con el disco terminado. Tocaron en vivo, frente a frente, como si estuvieran en un bar de mala muerte. Según el ingeniero Tom Allom en una entrevista para Classic Rock (2008), apenas hubo tiempo para ajustar detalles; fue un captura pura de lo que eran en ese momento.

3. Menos de mil dólares en juego
Producir Black Sabbath costó unas 500 libras esterlinas, lo que hoy equivaldría a unos 1,200 dólares ajustados a la inflación de 1970. Con ese presupuesto, apenas alcanzaba para pagar el estudio y un par de cintas. La austeridad obligó a la banda a confiar en su instinto más que en retoques.

4. El trítono que lo empezó todo
La canción que abre el disco, «Black Sabbath», pivota en torno al trítono, un intervalo que los músicos medievales evitaban por su disonancia. Tony Iommi, con su oído para lo extraño, lo convirtió en el eje de un riff que suena como si anunciara el fin del mundo. Geezer Butler lo llamó «el sonido de algo que no deberías escuchar» en una charla con Guitar World (2010).

5. De Earth a Sabbath en un parpadeo
Antes de este disco, la banda se hacía llamar Earth, un nombre que compartían con otro grupo británico. El cambio a Black Sabbath ocurrió semanas antes de la grabación, casi como una decisión de emergencia. Según Ozzy en su autobiografía I Am Ozzy (2009), fue un alivio dejar atrás un nombre que ya no les representaba.

6. Lluvia y campanas improvisadas
El inicio de «Black Sabbath» tiene lluvia y una campana que suenan como si vinieran de un sueño turbio. El productor Rodger Bain grabó esos efectos para darle textura, y la campana salió de una cinta que tenía el repique de una iglesia cercana, según contó Bain en Sound on Sound (2015).

7. La portada sin el baterista
Esa figura solitaria en el Molino de Mapledurham que adorna la portada no tiene vínculo directo con Bill Ward. La foto, tomada por Keith Macmillan, se decidió antes de que la banda tuviera claro cómo presentarse visualmente. Ward quedó fuera de las primeras imágenes promocionales por pura casualidad.

8. «Wicked World» nació en el momento
No todas las canciones estaban listas cuando llegaron al estudio. «Wicked World» se escribió y grabó en el calor del día, como un relleno que terminó siendo un reflejo de la creatividad bajo presión. Geezer Butler admitió en Kerrang! (1995) que apenas tuvieron tiempo de pulirla.

9. Los críticos no lo entendieron
En 1970, las reseñas no fueron amables. Rolling Stone lo llamó «monótono» y otros lo vieron como un experimento fallido. Solo el tiempo y los fans le dieron su lugar; las ventas despegaron meses después gracias a quienes lo descubrieron por su cuenta.

10. El blues que se coló
Aunque el disco se siente como un salto al vacío, temas como «The Wizard» o «N.I.B.» llevan ecos del blues que la banda tocaba como Earth. Esos armónicos y ritmos sueltos son un puente entre lo que fueron y lo que inventaron, un detalle que pasa desapercibido si solo te fijas en los riffs.

Black Sabbath no es solo un disco; es el instante en que el metal encontró su voz. Estas diez piezas de su historia muestran cómo algo tan crudo y espontáneo pudo transformarse en el cimiento de un género. Si eres de los que giran el volumen hasta que las paredes tiemblan, ahora tienes más razones para volver a ponerlo en la tornamesa.